De administración por vía oral, el nuevo fármaco no está financiado por ahora por la sanidad pública; cada caja de 28 comprimidos cuesta 74,31 euros, es decir, 2,65 euros al día, señalan a EFE fuentes de Astellas, la compañía que lo comercializa. El medicamento ha demostrado una reducción clínica y estadísticamente significativa en la frecuencia de los síntomas vasomotores de la menopausia, con unos efectos que se empiezan a observar desde la primera semana de administración.
Los SVM se originan en el hipotálamo, la parte del cerebro responsable de regular la temperatura corporal a través de unas neuronas denominadas KNDy. En condiciones normales, existe un equilibrio entre el estrógeno, que inhibe estas neuronas, y una sustancia cerebral, la neuroquinina B (NKB), que las estimula.
Durante la menopausia se pierde este equilibrio por la menor cantidad de estrógenos, provocando que el hipotálamo interprete que el cuerpo tiene calor cuando en realidad no lo tiene, lo cual desencadena los sofocos -sensaciones repentinas e intensas de calor en la cara, el cuello y el pecho, que pueden ir acompañados de sudoración, escalofríos, ansiedad y palpitaciones y que pueden durar entre 1 y 5 minutos- o sudores nocturnos -sofocos durante el sueño-.
Los sofocos son moderados cuando van acompañados de sudoración, y graves, cuando alcanzan tal nivel que obligan a cesar la actividad normal; ambas formas "pueden condicionar enormemente" la calidad de vida de las mujeres, impactando en su estado de ánimo, relaciones personales y sociales, trabajo, concentración, e incluso "el cuidado personal", ha explicado Santiago Palacios, ginecólogo y director del Instituto Palacios de Salud y Medicina de la Mujer.
El 86 % de las españolas presentan síntomas relacionados con la menopausia, y los sofocos y los sudores nocturnos se encuentran entre los cuatro más frecuentes, ya que los desarrollan hasta el 80 % de las mujeres, de las que un 25 % los manifiesta en intensidad moderada o severa; y alrededor del 10% señala que estos síntomas interfieren en su vida cotidiana.
De media, las españolas pueden experimentar SVM de intensidad moderada durante 4,5 años, aunque la prevalencia máxima de este fenómeno se produce en los dos primeros años tras la última menstruación; no obstante, existen factores que pueden prolongar su duración, como el bajo nivel educativo, el estrés o la depresión.
Su impacto es tal que su frecuencia y gravedad pueden utilizarse para la predicción de futuros problemas de salud crónicos, como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis o problemas de memoria.
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