Imagen de archivo de un huerto urbano. | Redacción Local

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Un equipo científico internacional de la Estación Biológica de Doñana - CSIC y el Instituto Federal Suizo para la Investigación de Bosques, Nieve y Paisajes (WSL) ha analizado qué factores locales y de paisaje condicionan la diversidad de interacciones entre abejas y avispas y distintas especies que parasitan sus nidos en zonas verdes urbanas.

Evaluar estas interacciones es útil para comprender el grado de actividad ecológica, más allá de contar el número de especies y detectar de forma temprana perturbaciones en los ecosistemas provocadas por cambios ambientales, apunta el CSIC. «Los jardines y huertos urbanos, que ofrecen una gran abundancia de recursos, tienen un gran potencial para funcionar como refugios de biodiversidad en las ciudades», explica Carlos Martínez, primer autor del estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, e investigador en la Estación Biológica de Doñana.

«Nuestro estudio, señala que aumentar las áreas verdes a nivel de paisaje y asegurar una buena exposición al sol y riqueza de plantas a escala local son acciones cruciales para aumentar las comunidades de abejas y avispas que anidan en cavidades y sus interacciones con enemigos naturales en huertos urbanos», incide Martínez.

El centro investigador explica en una nota que, para realizar el estudio, se seleccionaron 85 jardines y huertos urbanos en la ciudad de Zurich en Suiza donde se colocaron un total de 255 nidos artificiales para abejas y avispas. Posteriormente, se cuantificó con qué frecuencia interaccionaban huéspedes y parásitos y se calculó la diversidad de especies e interacciones. Más tarde, estos datos se cruzaron con variables ambientales a escala local y de paisaje para analizar cuáles favorecen una mayor diversidad de estas interacciones.

A nivel local, el equipo científico observó que la exposición al sol y la riqueza de plantas de los jardines y huertos urbanos favorecían la diversidad de interacción entre los huéspedes de los nidos y sus enemigos. Esto no solo se debió a una mayor riqueza de especies por ambas partes, sino también a que estas especies participaron en un mayor número de interacciones. Por el contrario, una mayor intervención humana en estas zonas verdes, como un mayor uso de agroquímicos o un arado y segado más frecuente, redujeron esta diversidad.

A escala de paisaje, una mayor proporción de área construida en el entorno contribuía a una menor diversidad de interacciones, mientras que una mayor proporción de áreas verdes y agrícolas la favorecían. «Los resultados muestran que existen acciones que podríamos llevar a cabo para favorecer la diversidad de insectos en entornos urbanizados», explica Martínez. «Mantener el funcionamiento ecológico de las zonas verdes urbanas requiere del esfuerzo de varios actores, como los propietarios de jardines y planificadores urbanos. Este esfuerzo podrá garantizar que las zonas verdes urbanas contribuyan de forma importante a la conservación de la biodiversidad de insectos en las ciudades», concluye.