Bibiana García recaló en la Isla para cubrir la temporada turística pero acabó estableciéndose en Costitx, donde regenta un taller creativo. | Pilar Pellicer

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Las muñecas de Famosa se dirigen al portal para hacer llegar al niño su cariño y su amistad’. Si inconscientemente ha leído estas líneas cantando, me temo que ya peina canas querido lector. Hace falta acumular algunas primaveras para recordar aquellas navidades amenizadas por el conocido spot publicitario, hoy convertido por derecho propio en un villancico más. De aquellos años exentos de redes sociales, realities y reguetón, en los que un simple cuento de hadas, princesas y dragones podía dejarnos en shock, nace la obra de Bibiana García. Una abulense que, como el rey Midas, transforma en oro todo cuanto toca. No literalmente, claro. Digamos que sus muñequitas de lana escapan del gris común con un diseño único e inspirador.

Nos recibe en su domicilio de Costitx. No está sola, la acompaña Mia, una somnolienta gatita gris que no tarda en caer en brazos de Morfeo. Subimos a su espacio de trabajo, en el altillo. Basta alzar la vista para apreciar la magnitud del paisaje que desprende el ventanal. La inspiración debe salirle por las orejas. La imagino en plena acción, con el chasquido metálico de las agujas, los rollos de material esparcidos por la mesa y decenas de cajas con hilos y alfileres, trabajando con la paciencia de un maestro renacentista.

Los cuentos de hadas son los culpables de la existencia del Atelier Bibiana García, su otro ‘retoño’, creado hace cinco años coincidiendo con su maternidad. «Además de las hadas, me gusta el mundo de la lana en general, y todo lo que se puede crear con ella». Hadas, marionetas, cuadros, muñecos, ruedas de estación… «es lo que me gustaba de niña», reconoce.

Se formó en la escuela Waldorf de Madrid, donde se aplica un método basado en la educación a través del arte, «algo que en las escuelas normales se ve poquito», lamenta. Los colores cambiantes de la naturaleza constituyen su otro foco de inspiración. «A veces una flor rosa y verde que veo en el campo me inspira un diseño».

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Detalle de diseños de hada, elaborados a mano con elementos naturales.

Sus trabajos se rigen por la espontaneidad, por eso «nunca repito un modelo, jamás hago dos hadas iguales». Y es que la reiteración no es amiga del arte, aunque atiende pedidos personificados, «el cliente puede elegir el pelo oscuro o rubio, y también el color del vestido». Su abanico de estilos es amplio, aunque limitado en el sentido temático, «no hago diseños de personas ni cosas televisivas», puntualiza.

Los cursos son su otro reverso creativo. Suele impartirlos en casa a «no más de cinco personas» y se prolongan durante tres horas. «Es un trabajo casi meditativo, todos salen del taller con su hada hecha y sabiendo desenvolverse, aunque yo recomiendo seguir practicando desde la experiencia y sin prisas». Ocasionalmente imparte algún taller en un centro cerca de Costitx, «en plena naturaleza», al que pueden ir niños junto a sus madres. «Los que no quieren participar están bajo supervisión, tengo una mujer que los cuida. Lo importante es que se puedan desenvolver desde pequeños en un ambiente de arte». El target de su clientela es femenino y «ronda entre los 40 y 60 años». En los talleres la media baja sensiblemente, «vienen muchas chicas jóvenes, entre los 30 y 40 años, algunas son maestras. Me encanta porque así transmiten esta técnica a sus alumnos».