En el bar del gimnasio MegaSport quedamos con él para que nos cuente los momentos más complicados de su vida y cómo se encuentra en la actualidad.

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Jonny Darder Borrachina es una persona muy conocida en Palma. Hijo de padre sueco y madre mallorquina, nació en Barcelona, vivió en Suecia durante 16 años y regresó a la Isla, donde trabajó de portero de discoteca en locales como Tito’s, Boulevard Mediterráneo, Musgo, Atasco, Villarío, Villa Schembry, Nit, Alexandra’s... En esa época bajó a los infiernos de la mano de la cocaína, aunque seguía practicando casi a diario Kick Boxing en el gimnasio, deporte que sigue haciendo en la actualidad, aunque con menor intensidad tras haber superado un cáncer. Eso sí, su enfermedad no le ha impedido dar largos paseos en su Harley tanto solo como con amigos o su mujer. Aparte de eso, que no es poco, Jonny es funcionario del Consell, «fui el tercer monitor que entró a trabajar en Ca l’Ardiaca», y junto con su ‘hermano’ Toni Bauzá fundó el comedor social Tardor, además de las dos casas de acogida Kurt y Anges, en las que viven personas de escasos recursos.

Tomándonos algo, charlamos durante un rato con él en el bar del gimnasio MegaSport, donde ha estado ejercitándose. Se le ve bien. Incluso, como decimos, sigue entrenando, pero ya no como antes: «El cáncer, que he superado, me ha dejado algunas secuelas…». En apenas una hora, hablamos de muchas cosas, empezando por la noche de los años 80, en la que trabajó en la seguridad en distintos establecimientos.

Enemigos de la noche

Jonny, cualquier eventualidad que se producía en la puerta del establecimiento que él controlaba, intentaba resolverla con su presencia -más de un 1,80 de altura, además de musculado- y con el diálogo. «A veces daba resultado… A veces no. A mí lo que más me sacaba de mis casillas no eran los violentos, pues a esos sabía como pararlos, a ser posible a través del diálogo, o si no se avenían a las palabras, con la fuerza. Pero los que de verdad me sacaban de quicio eran los que llegaban y si les llamabas la atención por algo te decían, mirándote con cierto desprecio, ‘¿tú sabes quién es mi padre?’. De esos había bastantes y yo les contestaba: ‘Ni tú tampoco. Ni tu madre tampoco’. Con lo que quedaban claras las cosas por ambas partes. Estaban también los pesados, y más si iban bebidos.

Como podía, les convencía de que se fueran, o de lo contrario seguro que habría bronca. Y algunos, al día siguiente, venían y me decían, ‘gracias por lo de anoche, por no pegarme por lo que hice, pero es que estaba muy borracho’. También estaban los ‘mala gente’, tipos que por no querer pagar la entrada, que era obligatoria, te montaban un pollo… O que tras decirles que si no pagaban que se fueran, se iban para volver al rato con agentes de la Policía Local acusándote de ser un ‘sin papeles’ o de no estar legalmente en Palma. Afortunadamente los policías que me conocían no les hacían caso… A los tipos como esos, los que por negarse a pagar la entrada eran capaces de denunciarte por algo que no era verdad, jamás los perdoné. Por lo demás, mi intención fue trabajar en la noche evitando problemas con palabras, no con la fuerza… Aunque a veces, echar mano de ella era necesario».

Otro de los enemigos de la noche fue la droga, sobre todo la cocaína. «Sí, estaba la heroína y el éxtasis, pero la cocaína era lo que más circulaba y en la que caí. Porque si no andas con cuidado, te enganchas. Y a mí me pilló, igual que a otros compañeros y conocidos, ‘tonteando’ con ella. Pero lo peor es que muchos de ellos se quedaron en el camino. Y es que empiezas por una tontería y así, un poquito hoy y un poquito mañana, quedas enganchando hasta tal punto que estás trabajando para pagar lo que consumes. Y te digo que es así porque eso lo he vivido yo, y porque cuando trabajaba en el albergue Ca l’Ardiaca vi pasar por allí a mucha gente que se había quedado sin nada por la cocaína.

A sus 64 años, practica deporte casi a diario y sale a dar vueltas con su moto.

Y al decir sin nada, me refiero a sin dinero ni salud… ¿Que cómo fui capaz de parar? Pues, sencillamente, porque me di cuenta que dejé de ser feliz. Porque no hay nadie que consuma que sea feliz, y eso lo vas notando a medida que ves que la familia te da la espalda, que cada vez estás más solo y que te vas quedando sin nada. Sí, sin nada. Y eso que por entonces, en una noche te pagaban un dineral por estar en la puerta de la discoteca. Pues bien, lo perdías todo, ya que el dinero se va detrás de la cocaína... Yo, como he dicho, tuve la suerte de ver que había perdido, entre otras muchas cosas, la felicidad. Que sí, que también había perdido mucho dinero, pero lo que me pesó a la hora de tomar la decisión fue ver que no era feliz. Así que, cuando toqué fondo, cuando me sentí infeliz, cuando vi que había llegado al límite, busqué una vida digna y una vez en ella dominar la situación, cosa que también había perdido. Así que, una noche de verano de un miércoles, decidí cortar. Al día siguiente volvía al gimnasio, cosa que a partir de ahí hice a diario, lo que también me ayudó mucho, y meses después me proclamé subcampeón de España, cosa que también me ayudó. Y ahora cuando echo la vista atrás, viendo donde estoy, doy gracias y más viendo que otros amigos, compañero y conocidos, no lo consiguieron. Y en eso también me ha ayudado mucho saber dónde está mi límite. Porque al llegar a él, como digo, corté con la cocaína. También viendo que el tabaco me perjudicaba, de la noche a la mañana lo dejé, y nunca más».

Pasión por el deporte

Pese a haber superado aquella etapa, y otra más reciente que le vino de la mano del cáncer de próstata, Jonny sigue entrenando «aunque debo de reconocer que a mis 64 años ya no aguanto como antes. Sí puedo hacer diez asaltos, no como sparring, pero sí de saco». Y también sigo yendo en moto, y lo uno y lo otro lo hago acompañado con música de Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Tito Puente, Camarón, a veces Antonio Machín… De todos modos, hay que decir una cosa -vuelve a mirar hacia atrás-, el cáncer, y supongo que también lo otro, pero el cáncer sobre todo deja secuelas. Hay días que te levantas destrozado, pero aún así intento sobreponerme y seguir, pensando que lo malo ha pasado y que hay que seguir viviendo».

Jonny es también una persona solidaria. Lo demuestra habiendo creado junto a Toni Bauzá el comedor social Tardor y dos casas de acogida: Inge y Kurt. «Esto me ha permitido ver muchas cosas que me han impactado. No olvidaré jamás a la gente de las colas del hambre durante la pandemia, gente que hasta entonces había vivido sin problemas pero que al haber orden de cerrar negocios perdió el trabajo, quedándose sin nada. Sin embargo, alguno de los que por entonces estaban en la cola, y que han podido resolver su situación consiguiendo un empleo, ya ni se acuerdan de aquellos tiempos, por lo que si ahora les pidieras ayuda para otros, muchos no la darían. Si a todos de los de entonces los convocabas, por ejemplo, en la Plaza de España, para ayudar a un comedor, o a un colectivo que lo estuviera pasando mal, muchos no acudirían. Y es que el mundo es así, pero… Bueno, yo tengo una idea muy clara respecto a la solidaridad: hay gente que no tiene nada, que si no la ayudas, están perdidos. Y nosotros, dentro de nuestras posibilidades, lo intentamos a cambio de ver que en parte les ayudamos».