La presidenta honorífica de La Fundación, Susana Frontera, hizo entrega de la distinción a Melani Costa, quien se emocionó y no pudo contener en lágrimas. Y es que no era para menos. Por una parte finalizaba una brillantísima trayectoria deportiva y, a la vez, daba comienzo a una nueva etapa como fisioterapeuta. Así que, ¡felicidades, Melani! Puedes estar tranquila, porque lo que has hecho tanto en el panorama deportivo cómo como persona ha sido mucho… ¡Te deseamos muchos éxitos!
Incivismo
No hay derecho a que se ensañen con las esculturas levantadas en espacios públicos. Sobre todo con esta, posiblemente la peor maltratada de todas. ¿La reconocen, no? Ubicada en el Canódromo, de nuevo ha vuelto a ser vandalizada. Igual que los pequeños bancos de piedra, blancos, recién pintados, que hay un poco más adelante, junto al muro que lo separa del cauce de Sa Riera… Si no hay agentes de policía que vigilen este lugar, que no los hay (pasamos por él casi a diario, por las mañanas y por las tardes, y jamás hemos visto a ninguno) que pongan cámaras a ver si de una vez pillan a estos vándalos y se les multa debidamente. Que esto sucediese en un lugar apartado lo podríamos llegar a entender, pero que pase en un parque tan céntrico, pues no.
Vivir la vida
Este viernes por la tarde nos cruzamos con ‘El Peque', un hombre que guarda coches por las mañanas y algunas tardes y que hace encargos cuando le llaman, que puede ser a cualquier hora. Y es que la vida hay que afrontarla como se pueda, cosa que él hace todos los días, llueva, truene o haga sol. Ya decimos, aparcando coches y haciendo la compra a quién se lo encargue.
‘El Peque' llegó a Mallorca hace unos 40 años y lo hizo para trabajar. Cuando se le terminó el trabajo, tuvo que buscarse la vida, posiblemente el oficio más duro del mundo: levantarte y ver qué haces para conseguir unos euros con los que vivir, cosa que no siempre sucede. Esa precariedad le obligó a vivir durante una larga temporada debajo de una lona que colocaba por encima de los bancos de piedra de la plaza que hay frente a la Misericòrdia. ¡Qué remedio! Y es que lo que ganaba no le daba ni para alquilar una habitación. De ahí que estuviera así, durmiendo bajo la lona y viendo donde le daban un trabajo durante largo tiempo, lo que era bastante complicado. Por eso, en protesta de su situación, se puso hasta en huelga de hambre. Pero tampoco le hicieron ni caso, así que decidió aparcar coches, y como es un tipo simpático, amable y servicial, se fue ganando la confianza de los conductores y de los vecinos de la calle, o calles, donde suele prestar sus servicios. De ahí que alguno de ellos le llamen para que les vaya a comprar algunas cosas e incluso para que les pasee el perro. Pues hasta eso sabe. Y como no bebe, lo que consigue al cabo del día le permite vivir modestamente y alquilar un techo, también modesto, que comparte con otra persona.
«Y es que a la vida hay que tomársela como te viene, de lo contrario estás perdido», dice, haciendo un alto en su camino a la altura del semáforo que está en rojo para los peatones. «Y no solo tomársela así –añade–, sino también saber adaptarse al tiempo. ¿Que hace calor? Pantalón corto y camisa de manga corta. ¿Que hace frío? A abrigarse. ¿Que es Navidad? Pues me visto de Papá Noel y así, de paso, felicito a quiénes les aparco el coche. ¿Que viene uno, aparca y no te da nada? Pues no pasa nada. Será porque no puede, porque por norma general todos dan algo». El semáforo pasa de rojo a verde y ‘El Peque', tras un «hasta la vista», sigue su camino.
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