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En la misma calle que jugaba de pequeño acoge ahora la tienda de esculturas de Tomás Barceló, el artista que el pasado sábado inauguró a lo grande en su Cala Millor natal. El escultor ha hecho el camino a la inversa y ha optado por dejar de dar protagonismo a las redes sociales (donde tiene un gran éxito) para promocionar y vender su obra y dedicarse a tu tienda. «Esto antes era una peluquería alemana noventera y me he dedicado a reformarla yo mismo», haciendo incluso los muebles en los que se exponen sus figuras, que recrean mundos imaginarios y mitologías sacadas de su particular universo.

No en vano, Barceló cuenta con una sólida carrera en el mundo del cine y ha trabajado como escultor de armaduras en la primera parte de Dune (la versión de Denis Villeneuve), Maléfica: Maestra del Mal, en la serie Krypton o en la película más cara de la historia de China A Xiu Lou, que «fue un catástrofe en taquilla», cuenta entre risas.

«En realidad yo tengo más compradores del extranjero que de aquí», explica Barceló, quizás un mercado más abierto a sus propuestas arriesgadas con tintes de ciencia ficción. Sin embargo, «el comercio internacional se cierra cada vez más, hay dificultades para la exportación y en España apenas me conocen».

En un proceso de reflexión, el artista advierte que «la relación con las redes sociales es cada vez más tóxica y la gente está reclamando ver las cosas, sentirlas en vivo». Barceló advierte que «la siguiente red social que triunfará será la realidad». Convertido en una rara avis dentro del mundillo, advierte que «en mi tienda hay esculturas desde nueve euros» y su objetivo es «recuperar el contacto con del arte con la gente popular». En las casas de hoy en día no hay arte, solo Budas» o cuadros impersonales de alguna multinacional del mundo de la decoración. «Hay paredes desnudas y no se nos ocurre tener arte dentro de casa. Es una pena porque con esta falta de artes visuales no disfrutamos de la belleza diaria y nos volvemos más desesperanzados».

Tomás Barceló siempre se ha movido en los márgenes de los circuitos artísticos y ha tenido más reconocimiento fuera de la Isla que dentro. Advierte que le siguen llamando de grandes estudios y cadenas de televisión para irse a trabajar a los rodajes. «Pero esto requiere que vaya como mínimo medio año al lugar de rodaje» y ahora mismo no se plantea abandonar Mallorca. Frente a una cultura elitista, Barceló se plantea un concepto de arte más asequible para todos los bolsillos y no escatima en una desbordada imaginación en sus piezas. En Manacor, en la casa de su padre, sigue manteniendo su taller y recibe encargos «de series de Netflix para que imagine mundos o pueda crear pequeños objetos». Ahora, la magia del cine está en Cala Millor.