TW
0

Una familia, un lugar y 70 años de historia. Frente a la Platja d’en Repic, en el Port de Sóller, se halla Es Canyís, un restaurante familiar que el pasado fin de semana alcanzó siete décadas de vida. Sus fundadores fueron Mateu Frontera y Maria Bernat, una pareja de sollerics que, en los años 30, se marcharon a Francia. Después de vivir en la ciudad de Ruan, cerca de Normandía, donde se dedicaron al comercio de frutas y verduras, y concibieron a su hija Anita, volvieron a Sóller. «En la década de los 50, mis bisabuelos compraron el solar de Es Canyís. Su hija Anita -mi abuela-, se quedó en Francia, donde construyó su vida con mi abuelo, Michel Perrotte, un normando de verdad: de mantequilla, queso y leche de vaca. Llevamos 70 años abiertos en el mismo lugar: mi bisabuela contaba que abrieron en 1954, en las fiestas de Sant Pere. Entonces aquí solo había un parral con cañizo que cubría la terraza. De ahí el nombre del restaurante», rememora Anaïs Perrotte, la cuarta generación del restaurante, además de su maestra repostera.

«Cuando se hicieron con el solar, la idea original de mis bisabuelos era vender detalles de olivera, como un souvenir. Aquello duró un mes; todo el mundo les pedía de beber. Poco más tarde, los clientes reclamaban comida, y comenzaron a preparar ollas y ollas de caracoles. Hoy todavía mantenemos la receta. Siempre he vivido aquí, y nuestra casa siempre huele a caracoles. Algo curioso de aquella época es que las gambas costaban la mitad que el pollo. Hoy es imposible», recuerda Anaïs entre risas, que destaca la fidelidad y heterogeneidad de su clientela. Alrededor de 1967, cuando los hijos de Anita y Michel, «mi padre Patrice y mi tía Anette», tenían diez años, la familia se trasladó a Sóller, donde continuó con el legado de Maria y Mateu.

Un año después, arrancaron la construcción del emblemático edificio que hoy alberga el restaurante, especializado en la cocina mediterránea, con las paellas, arroces, carnes y pescados como estrellas de su carta -con Víctor Perrotte, el hermano de Anaïs, como jefe de cocina-, y sin olvidar sus postres caseros, entre los que destaca su célebre Isla Flotante, «una crema de vainilla, similar a la natilla, con merengue y caramelo. Es un postre muy antiguo, de origen francés. Me lo enseñó mi abuelo», además de sus sorbetes, a base de limones, naranjas y pomelos de su huerto.

A los abuelos de Anaïs les acompañaron sus padres, Patrice Perrotte y Ángeles Hernández, la actual propietaria de la casa, quienes llevan toda su vida en el restaurante. «Si algo nos diferencia, es que somos una familia. En nuestra casa, es imposible no hablar del trabajo. Mi padre se jubiló el año pasado y, aunque se acerca de vez en cuando, ha sabido dar un paso atrás; y a mi madre todavía le queda un año», explica Anaïs. Ahora, en un mundo tan cambiante, el reto de esta tradicional casa de comidas es mantener su esencia, y pasar su testigo gastronómico a la próxima generación de la familia. «Aunque está estudiando otra carrera, mi sobrina Àgueda está en la sala con nosotros. Su hermano Jaume trabaja como cocinero en el restaurante Béns d’Avall, y ya ha estado con nosotros. Yo tengo tres hijos. Es muy complicado conciliar la vida familiar y la laboral, pero no lo cambio por nada, y me encantaría que alguno de ellos continuase con Es Canyís», concluye la repostera.