Nature Geoscience, revista científica británica, acaba de publicar los resultados de una investigación que ha analizado la actividad de los nódulos polimetálicos en la zona conocida como Clarion-Clipperton, en el Pacífico central. Estos están compuestos de multitud de metales y elementos que de algún modo interaccionan con su entorno más próximo. Podría tratarse de un suculento objetivo para la minería de aguas profundas, según vaticinan los responsables del trabajo; no obstante nadie puede anticipar qué efectos medioambientales podría deparar.
Y es que el último estudio encabezado por la decana Asociación Escocesa de Ciencias Marinas (SAMS), ente científico marino independiente más antiguo del país, indica que los minerales metálicos a 4.000 metros de profundidad dividen los elementos del agua del mar y como resultado generan lo que los especialistas han llamado ‘oxígeno oscuro'.
«Los organismos de las profundidades marinas consumen oxígeno, que puede medirse mediante experimentos in situ en la cámara bentónica. Según los experimentos de este tipo en el fondo marino abisal cubierto de nódulos polimetálicos en el Océano Pacífico, el oxígeno aumentó durante dos días a más de tres veces la concentración de fondo, lo que a partir de incubaciones ex situ atribuimos a los nódulos polimetálicos. Dados los potenciales de alto voltaje (hasta 0,95 V) en las superficies de los nódulos, planteamos la hipótesis de que la electrólisis del agua de mar puede contribuir a esta producción de 'oxígeno oscuro'» indican el texto especializado de Nature Geoscience.
El trabajo de Andrew Sweetman, que también colabora estrechamente con la Universidad de Northwestern (Illinois, EEUU), explicó por qué los medidores científicos en la zona incorporaban lecturas que, según lo conocido hasta ahora no deberían suceder: oxígeno donde no debería haberlo. El propio equipo comandado por Sweetman creyó que los sensores debían estar averiados, porque lo normal es que las profundidades oceánicas consuman oxígeno, en lugar de producirlo. Una vez recalibrados los sensores, e incluso utilizando metodología distinta los monitores mostraban «extrañas lecturas de oxígeno».
La composición especial de estos nódulos polimetálicos, con materiales que en la superficie no son fáciles de hallar, los convierten en un evidente objetivo de la industria minera de profundidad. No obstante, los científicos ya anticipan que trabajos sobre el lecho marino que produce oxígeno podrían reducir el potencial de voltaje y/o degradar los catalizadores de óxido metálico. «Si bien este proceso requiere de más investigación, de ser cierto, la actividad del eléctrica puede fluctuar con la cobertura de sedimentos en los nódulos, lo que plantea la pregunta urgente de cómo la remoción y distribución de sedimentos en grandes áreas durante la minería en aguas profundas puede influir en la misma».
Si bien la ciencia hace tiempo que conoce el valor para la industria minera que comportan estos nódulos, al constituir concentraciones extraordinarias de metales útiles (manganeso, hierro, calcio, cobalto, cobre, níquel y titanio, entre otros), la legislación internacional que emana de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar los protege. Es más: «la zona de los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional, así como sus recursos, son patrimonio común de la humanidad, cuya exploración y explotación se realizarán en beneficio de toda la humanidad, independientemente de la situación geográfica de los Estados». De facto Naciones Unidas considera a los nódulos polimetálicos como parte de la lista mantenida por el Programa Patrimonio de la Humanidad, administrado por el Comité del Patrimonio de la Humanidad, para la preservación de los fondos marinos y oceánicos.
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