Antonio Gondar monta mercadillos de vinilos en bares. | Pere Bota

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Llamamos melómana a aquella persona cuyo vínculo con la música roza lo febril. Podría agregarse que un melómano es, además, quien en plena era digital sigue coleccionando álbumes físicos, en vinilo para ser más concreto y ajustado al contexto que nos ocupa. Y es que a pesar de la facilidad que nos brindan las plataformas para descargar música, hay quien sigue eligiendo lo analógico. Éstos, además de melómanos, son unos fucking románticos, como apuntaba un amigo con ironía. Gente como Antonio Gondar, a quien muchos conocen como Ufo State DJ, propietario de la extinta sala Diskette de Gomila. Tras bajar la persiana no le quedó otra que reinventarse y hoy se desempeña como comerciante itinerante de vinilos. Para ser más prosaico: tiene un mercadillo de vinilos, el Diskette Record Store.

La taberna Oca Dorada es su punto de conexión con el melómano, aunque también ha pasado por La Velo, s’Escorxador y otros establecimientos de Ciutat. Afirma Gondar que «la libertad que me da poder desplazarme con este formato de tienda me facilita poder seleccionar bien el stock que voy a poner a la venta». Su provisión de vinilos se centra en la música electrónica y sus múltiples ramificaciones: «Hay bastante variedad, intento abarcar U.K. garage, electro, breaks, techno, house, bass y otros subgéneros derivados de los mencionados. Intento conseguir música selecta que yo, como DJ, pincharía para complacer a todos».

Su aventura al frente de Diskette Record Store comenzó en la antigua Sala Diskette, allí se fue incubando el proyecto «que inicialmente se programaba de manera bimensual como una reunión donde poder vender y comprar discos de segunda mano. Friquis de la música electrónica que principalmente eran, y son DJ, se acercaban a rebuscar entre las cajas de fruta que empleaba como cubetas de discos». Gondar explica que esta iniciativa le está «sorprendiendo para bien» debido a su alto grado de aceptación: «Nuevas y viejas generaciones son asiduos a los eventos que realizo, y también tengo que decir que es de agradecer para la cultura del vinilo este interés».

Esa cultura a la que alude nuestro protagonista es también una tradición con arraigo que plantea la escucha musical de una forma estratégica, porque una cosa es poner música en el auto o en el teléfono mientras se hace algo. Y otra, muy distinta, pinchar un vinilo en la bandeja. Y no es solo que la experiencia arroje un sonido a todas luces mejor. Va más allá. El disco se pone cuando se quiere escuchar música sin hacer otra actividad a la par.

La gente acude a sus mercadillos improvisados con la ilusión y adrenalina de un niño en la noche de Reyes, conscientes de que revolviendo entre las cajas puede encontrar un tesoro oculto. «Dependiendo de la época del año monto uno o dos días al mes, también depende de los lugares donde organice la tienda, los emplazamientos tienen unos horarios establecidos y nos adaptamos para modificarlos en los eventos. Se puede seguir toda la información de fechas y horarios en nuestro Instagram, Diskette Dance Format, y también en Facebook con el mismo nombre», indica. El próximo mercadillo se desplegará en La Oca Dorada el 10 de agosto.

La música sintética de baile nació en 1971 de la mano del sintetizador, un instrumento que fundaría una industria que hoy está más vigente que nunca. Fue en ese año cuando una modesta compañía neoyorquina de amplificadores decidió diversificarse hacía un territorio apenas explorado. Justo cuando bordeaba la bancarrota lanzó al mercado un instrumento que revolucionaría no solo la industria musical, también las noches de sábado y, qué demonios, nuestras vidas: el Minimoog. El resto, como suele decirse, es historia amigos.
Xavi Solà