Ying Min Zhao sostiene una gigantesca calabaza, brotada de su huerto especializado en cultivos chinos. | M. À. Cañellas

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Tras pasar más de media vida en la Isla, podría decirse que Ying Min Zhao es más mallorquín que la vidriera de la Seu. Su destino parecía escrito: Nació en Qingtian, una urbe al sur de Shanghái con una masa ciudadana similar a la de Palma, que a su vez es el punto de origen del 80% de los chinos residentes en Mallorca. De semblante risueño, se expresa en un aseado castellano, y hasta su gestualidad parece latina -hace leves aspavientos para reafirmar sus palabras-.

Dirige un supermercado que es un auténtico parque temático del color y la variedad, en el que destacan las frutas y hortalizas que cultiva en su propia huerta, es además una voz autorizada en la integración de una comunidad china que, según las malas lenguas vive a su aire, en otro mundo. Ya lo dijo el poeta francés Paul Éluard: ‘Hay otros mundos pero están en este’. Ying no tiene reparos en reconocer que «el mallorquín me ha cambiado la forma de pensar». Charlamos con este empresario, el primer pagès chino, sobre cultivos, el Año Nuevo, choques culturales y demás cuestiones que confrontan Oriente y Occidente y sus respectivas batallas entre la casualidad y la causalidad. Dos formas antagónicas de ver el mundo.

Además de las danzas, los tambores y los dragones, ¿cuáles son las principales diferencias del Año Nuevo chino respecto al español?
—La principal es la fecha en la que se celebra y la simbología de cada año, este año es el del Dragón, el año de la suerte.

¿Cómo lo celebró?
—Nos juntamos la familia y los amigos, en la mesa habían más de cuarenta platos chinos diferentes. Pero no faltó el vino y jamón ibérico españoles.

¿Festejó también el Año Nuevo español?
—Sí, cada año. Nos reunimos y hacemos una buena comida.

¿Cómo va por la huerta?, ¿ha ampliado los cultivos?
—Está igual, hay muchos cultivos, son quince mil metros cuadrados de huerta...

¿Se ha planteado exportar su producto?
—No, porque le damos salida a todo el producto. Vendemos a algunos restaurantes chinos pero, sobre todo, a bares y restaurantes españoles. El ochenta y cinco por ciento de mis clientes son mallorquines, el resto chinos.

¿El Govern se lo pone fácil al sector agrícola?
—Oí que si quería construir una nave y un invernadero, o comprar un tractor, podría recibir una ayuda pero la verdad es que no he visto un duro (risas).

¿Cree que el pagès local puede beneficiarse de la experiencia de China, un país que irrumpió fuerte en los mercados agrícolas hace veinte años?
—Sí, claro. Los pageses que conozco siembran con químicos, nosotros utilizamos abono natural y la verdura sale de más calidad, aunque necesita más tiempo para crecer. Los campos sembrados con químicos producen de una forma más rápida.

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Mas allá de la gastronomía, ¿por qué la cultura china sigue siendo una gran desconocida en occidente?
—La cultura china es muy antigua y rica, ojalá la gente de aquí pudiera conocerla mejor. En el tema gastronómico, como dices, la gente sí está muy puesta, vienen al súper sabiendo perfectamente que van a comprar, en esto Internet a ayudado mucho. Hoy la gente está muy informada sobre la comida china, hace años no era así.

Se prevé que en un futuro no demasiado lejano ciudadanos de diferentes países se desplacen a China buscando un salto cualitativo para sus vidas, ¿se ve emprendiendo el camino inverso?
—No, para nada (risas), yo ya me quedo aquí. Pero es cierto que hay mucha gente que está estudiando chino y chino mandarín, que son idiomas con mucho futuro. Pero yo no me veo volviendo, y sé que desde hace algunos años hay muchos españoles viviendo en China, han montado sus negocios.

¿Teme que las restricciones de agua que están afectando a Catalunya lleguen a la Isla?
—Sí, claro. Tenemos un pozo y estamos cubiertos pero si la cosa se alargarse podríamos tener problemas.

Parece que con el tiempo están aumentado los derechos civiles en China...
—Sí, el país se está abriendo al mundo, creo que es algo muy positivo. China ha cambiado mucho, las últimas veces que he ido ya no la reconocía. Es positivo.

La base del confucionismo se sostiene en el respeto a las jerarquías, ¿eso no supone una barrera cultural en el desarrollo hacia la igualdad social?
—China es un país inteligente que ha sabido absorber lo bueno de otros países para mejorar a nivel profesional, creo que con el tiempo también sabrá adaptarse en ese tema.

La apertura de China ha comportado la irrupción de influencias extranjeras, ¿existe temor a la pérdida de la cultura tradicional, que es la base de la sociedad china?
—No, porque como te decía la cultura china es fuerte, es tan antigua y está tan arraigada en el pueblo que no puede desaparecer.

Orgullo, pudor, rechazo… ¿Qué opina de la frase ‘trabajas más que un chino’?
—(Risas) Bueno, no puedes tomártelo mal porque es un dicho que es cierto. Yo me levanto a las seis, voy a la finca a trabajar y luego me vengo a la tienda y estoy hasta las diez o las once de la noche. Me paso el día currando, amigo. Así que no me puedo enfadar por una verdad. Tengo amigos mallorquines que me dicen que en treinta años he trabajado más que ellos en sesenta (risas).

¿Es España un país racista, como afirma Vinicius?
—No, nunca he visto a España como un país racista.