Jaume Covas con su bicicleta durante el viaje. | J.C.

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Jaume Covas ha conseguido su objetivo: ir en bicicleta desde Palma a Myanmar (antigua Birmania). A decir verdad, su ruta finalizó en Mae Sot, ciudad tailandesa, fronteriza con Myanmar. El país vive una cruenta guerra entre el Ejército –que tras un golpe de Estado es el que manda– y los grupos étnicos, que tratan de recuperar la democracia y restablecer la estabilidad.

«Estuve trabajando durante un año y medio para una ONG que tenía su base en la ciudad de Nyaung Shwe, en Shan State (Birmania). Allí viví la covid y el golpe de Estado, tras el cual, los militares, ya en el poder, acabaron con la ONG. Yo, afortunadamente, ya había salido. Por eso he intentado volver, pero solo he podido llegar hasta frontera, pues el conflicto entre el Ejército y grupos étnicos continúa. Confío en que se recupere la paz», confiesa.

Países recorridos

Mientras tanto, ha venido a Mallorca con la familia, para, dentro de un tiempo volver a Tailandia y de ahí pasar a Myanmar. Hablamos con él en el bar Cristal. Se le ve bien y sobre todo muy contento por la aventura que ha vivido. Porque salir de Palma el 15 de mayo del año pasado y llegar a donde tenía previsto, Mae Sot, el 27 de abril de este año –lo que significa haber estado pedaleando durante 350 días–, no deja de ser una aventura y más si añadimos que ha pasado por Francia, Suiza, Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte, Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Irán, Pakistán e India.

«De este último país volé a Tailandia, pedaleé desde Bangkok hasta Mae Sot. En pocas palabras, una locura maravillosa que da para un libro. Posiblemente me ponga en ello una vez que haya publicado el que escribí sobre mi anterior estancia en ese país, que he titulado Lombrices y astros, y que presentaré pronto, tal vez en octubre, aunque a ciencia cierta no puedo decir una fecha», dice.

La soledad en casi todo el viaje ha sido la compañera de Jaume.

Jaume recomienda a todo el mundo que en un momento de su vida se dé un tiempo para sí mismo: «Para mí, viajar es una gran terapia, regresas nuevo. Y lo digo porque yo lo he experimentado. Sí, he cambiado mucho, sin embargo, Mallorca está igual, no ha cambiado en nada», dice.

Anécdotas del viaje

A lo largo de esos 350 días le han pasado muchas cosas. Se ha encontrado en el camino a otras personas en bicicleta o haciendo autostop, haciendo una ruta parecida a la suya. También hubo un momento en que se detuvo para reconsiderar si valía la pena seguir: «Fue en la India. Y me lo replanteé, sobre todo, por lo intenso que estaba siendo la ruta. Por las personas y por el país en sí, con un tráfico muy peligroso, con problemas en la frontera. Pero decidí seguir», dice.

Sus problemas no acabaron allí: «Dejando Irán y yendo a Pakistán, con otros grupos, que también iban en bicicleta, decidimos hacer el recorrido hasta entrar en este país en un coche. Hablamos con el dueño de un vehículo, nos pusimos de acuerdo en lo qué teníamos que pagar y nos fuimos con él. Pero al llegar nos pidió una cantidad mucho mayor de la acordada. Nuestra respuesta fue que no, entonces paró en una calle, llamó a gente que pasaba por allí, le contó qué sé yo de nosotros y no veas el follón que se armó. Como en esa ciudad tenía una persona con la que había contactado, le dije a mis compañeros que iba a buscarla y que aguantaran. Con disimulo, me monté en la bici y fui a por mi contacto, le conté lo que nos pasaba y se vino. Él habló con aquel hombre, le tranquilizó y nos pudimos marchar. Antes de reanudar el camino, quisimos hablar con la policía para explicarle el caso, pero quería hacer negocios a nuestra costa», relata el joven.

Otros de los momentos complicados a los que tuvo que enfrentarse fue a raíz de la cena de Nochevieja, «que compartí con otro grupo que me encontré. La cosa es que alguno de ellos, con problemas gástricos, nos contagió a todos. ¿Resultado? Que desde Año Nuevo hasta marzo, o lo que es lo mismo, a lo largo de 3.500 kilómetros, tuve serios problemas que me obligaron a pararme más veces de la cuenta debido a los dolores de barriga. Y menos mal que llevaba pastillas que si no, no lo cuento.»

«También tuve que ir con mucho cuidado las veces que me quedaba a dormir en la tienda de campaña, que montaba fuera de la localidad, en un lugar no de paso. Ahí tomaba la precaución de irme a dormir cuando veía que las luces de las casas del pueblo se apagaban, levantándome antes de que amaneciera. Entonces seguía la ruta. A lo largo de un viaje como este, aprendes muchas cosas, sobre todo en cuanto a supervivencia se refiere».

A su regreso a Palma, Jaume nos contó la experiencia que ha vivido

Sus proyectos

No le preguntamos cuánto ha gastado, que no habrá sido poco entre alojamiento, comida y contratiempos. «Me lo he costeado con mi dinero y con el que conseguí a través de un crowdfunding que hice; no fue mucho, pero que me ayudó. Mi madre le pidió al alcalde de Palma que si el Ajuntament podía colaborar, pero le dijo que más adelante. Y ese más adelante nunca llegó. Estoy contento de que no me apoyara porque si lo hubiera hecho, ahora tendría que dar gracias.»

Me he probado y lo que he conseguido ha sido por mi esfuerzo. Ahora me falta publicar el libro, regresar a mi casa de Mae Sot y una vez allí, ayudar a la ONG española Colabora Birmania, dedicada a la educación de los niños que no tienen acceso a la escolarización. Mientras tanto, escribiré mi experiencia sobre esos 350 días, recorriendo 16 países o, lo que es lo mismo, conviviendo con 16 culturas. Este viaje ha sido la mejor terapia, ya que he vuelto como nuevo».