La fotógrafa Lina Huerta. | Francisco Merino

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Fucsias de mil tonalidades, verdes alucinantes, amarillos brillantes, o morados exuberantes... las fotografías que compone Lina Huerta son todo un placer para los sentidos, especialmente para la vista, aunque a veces parecen tan suculentas, que uno querría llevárselas a la boca y paladearlas como un manjar. Aunque ya es abuela, esta mujer guarda celosamente su edad, «es el gran misterio de mi familia», apunta con humor, que utiliza la fotografía como hobby y como una forma de relajación de su trabajo y su día a día.

Cuenta que siempre ha tenido una relación cercana con la fotografía. Su primer acercamiento fue de niña con unas actividades extraescolares en las aprendió el revelado en blanco y negro y la fotografía con cámara oscura. Hizo sus pinitos con las instantáneas porque estaba profundamente enamorada de la magia del ritual del revelado. «Hay algo místico en todo ese proceso desde que sacas la foto, la llevas al cuarto, apagas la luz y esperas que aparezca la imagen tal y como querías que fuera», rememora. Por eso no le debe extrañar a nadie que cuando empezó a estudiar y las cámaras digitales se pusieron de moda, Lina perdiera cierto interés que, hace uno años, volvió a resurgir.

Un ejemplo del trabajo de la fotógrafa.

Como buena amante de la naturaleza, ha preferido especializarse en retratar la flora que se encuentra en su camino. No lo piensa mucho. Es una observadora nata, cuando ve una flor que le llama la atención, se mete en el barro si hace falta para fotografiarla. El proceso, siempre el mismo: elige la flor, la retrata tres veces y se acabó; la luz es la que hay en ese momento. Nunca utiliza filtros ni edita las imágenes, lo que sale es el resultado final. «A veces no me creen, pero es así, no hay nada que adultere mis creaciones».

Su primera prueba de fuego como fotógrafa profesional y para que el público conociera su trabajo fue en la Nit d’Art de s’Arracó, el pasado mes de julio, convencida por su familia de que sus imágenes deberían ser mostradas en público. «Con lo vergonzosa que soy, fue toda una proeza exponer. Vamos, lo mismo que hacer esta entrevista. Me muero de la vergüenza», dice con resignación y humildad.

Una de las fotos de Lina huerta.

En este sentido, explica que «fue una experiencia enriquecedora. Mucha gente se paró en mi puesto, se interesó por mi trabajo y algunos incluso preguntaron si estaban a la venta, pero voy paso a paso, si quiero vender, será más adelante», dice Huerta.