Imagen de Mikel Bermejo en el Teatro Arlequín. | Ignacio Sánchez-Suárez

TW
1

El periodista Joaquim Maria Puyal solía decir que el éxito es la suma de tres factores: el talento, el trabajo y la suerte. Tres variables que brillan en la ecuación humorística de Mikel Bermejo. El donostiarra no es uno de esos monologuistas que se encuentran en el nido de su carrera, lleva ya ocho años saboreando las mieles del éxito, pilotando una carrera transversal que asoma por radio, televisión y los mejores teatros, donde decanta un anecdotario de situaciones cotidianas que mezcla con humor. Su último show lleva por título Eureka, un formato que conjuga stand up, improvisación, desdichas, alegrías y frikadas varias, con el aterrizará en la XV edición del FesJajá el próximo sábado, a las 22.00, en los cines Rívoli.

¿Qué nos depara Eureka?
Es mi show más actual, hablo de redes sociales, de los nuevos influencers, que algunos se creen que son los nuevos filósofos griegos; de Internet y de mis experiencias con la red y en viajes, va a estar muy bien...

¿Qué inspira su comicidad?
Cualquier cosa, a veces durmiendo me viene una idea y al despertar me la apunto. La inspiración me llega en cualquier lugar, en la calle o incluso en el baño. Eso sí, para hablar con más veracidad intento tratar cosas que me han pasado a mí.

¿El humor es el retrato de nuestra sociedad?
Sí, en el humor hay mucha censura como sucede en nuestra sociedad. Imagina si hay que ir con cuidado que una vez, en un monólogo en el que hablaba sobre sillas, una persona se ofendió.

¿Alguna vez se ha autocensurado, ha tenido que desechar un gag por el qué dirán?
Continuamente, y es una putada. Siempre hay algún chiste que me corto de hacer por no saber si va a romper el clima, como te decía hoy la gente se ofende por cualquier cosa.

Como humorista ¿cuáles son sus fortalezas y sus debilidades?
Como fortalezas destacaría mi rapidez mental, improviso muy rápido; y como debilidad me han dicho que utilizo demasiados tacos. La verdad es que si no los soltara ya no sería yo, destruiría mi personaje.

¿Alguna vez se ha enfrentado a la indiferencia del público?
Jamás. Me he enfrentado a algún tonto, o a alguien que se ha ido de la sala, pero en los últimos ocho años nunca he sentido la indiferencia del público.

Sabemos que construir el éxito es difícil, pero ¿cómo es sostenerlo?
Siento que a día de hoy sigo construyendo mi éxito. Llevo ocho años viviendo solo de la comedia, eso en sí mismo para mí ya es un éxito.

En su bis humorística prevalecen dos miradas, una instalada en la ternura y otra en la caricatura, ¿cómo se le saca partido a esa contradicción?
Quizá porque tengo cara de bueno, pero luego en un chiste me cago en la madre de alguien que ha hecho algo y ahí es cuando se produce ese efecto contradictorio que dices…

¿La gestualidad desempeña un papel determinante en su show?
Por supuesto, el humor gestual es muy importante. Tengo gags que acaban con una caída de ojos o una mirada, sin ese componente gestual no podría rematarlos.

¿Qué tipo de humor consume?
De todo, humor de cómicos que interactúan, humor blanco, negro… el que menos el político.

Sabemos que el fracaso es la mejor escuela, pero… ¿se puede aprender del éxito?
Sí, y tanto. Aunque suene paradójico, he aprendido más del éxito que del fracaso.

¿Qué le saca de sus casillas sobre un escenario?
Que la gente llegue tarde, al principio improviso con ellos para descubrir la razón del retraso, pero cuando son muchos quienes llegan tarde me parece una falta de respeto.