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Jorge Blass (Madrid, 1980) estrenó la mayoría de edad asombrando a propios y extraños en platós de algunos de los platós más importantes de nuestro país. Sin embargo, él se queda con los escenarios donde ha cimentado una imponente carrera internacional trufada de proyectos, premios y reconocimientos. En esta entrevista, el ilusionista baraja los recuerdos de toda una vida convenciendo a millones de persones de que lo imposible puede suceder y destapa sus cartas acerca de la realidad del mundo del ilusionismo antes de actuar los días 1, 2 y 3 de noviembre en el Auditòrium de Palma.

¿Cómo definiría FLIPAR, su nuevo espectáculo?
El nombre que surgió de los comentarios de la gente en mis vídeos de redes sociales. Es que es una palabra transgeneracional que entiende desde mi hijo de 12 años a mi padre de más de 80 y define muy bien la sensación de ver un juego de magia. La magia, al final es eso, hacerte flipar, que te explote la cabeza y decir ‘no puede ser que esto esté sucediendo’. Hemos hecho un show que es una hora y media de no parar de flipar. Nuestra pretensión es que la gente se vaya alegre e impactada habiendo visto cosas increíbles.

La magia es de las pocas cosas en la vida donde disfrutas de sentirte estúpido.
Es un arte escénico en el que recreamos los superpoderes que todos nos gustaría tener. A todos nos gustaría multiplicar el dinero, volar, teletransportarse o morir y resucitar como cuando cortamos a alguien por la mitad. Estos son deseos del público que los magos, de una manera artística, recreamos dentro del marco de la realidad. Por eso el choque es tan fuerte. Los escépticos, por ejemplo, lo pasan mal. Siempre hay algunos en todas las actuaciones pero después de un rato se relajan. Aunque es verdad que cada vez hay menos. La magia también tiene mucho que ver con la ciencia porquerecrea lo que los científicos no han conseguido todavía. En el show que representaré en Palma hago invisibles a los espectadores. La ciencia no ha logrado todavía la fórmula de la invisibilidad pero podemos simular que dos personas lo son y el público juraría que han desaparecido realmente. Eso es maravilloso.

¿La magia en televisión se traiciona a si misma?
La magia en televisión no es inagotable. Para hacerla creíble hay que trabajarla más que, por ejemplo, en el escenario de un teatro, pero es muy efectiva. Cuando he ido a programas como ‘El Hormiguero’ siempre ha tenido mucho impacto. La gente lo recuerda, lo comparte, y eso es porque funciona. Sí que es verdad que de un tiempo a esta parte hay muchos programas que, tal vez, están demasiados postproducidos y se saltan algunas reglas de la magia y a los que somos de la escuela de (Juan) Tamariz no nos gusta porque nos parece un engaño al espectador.

¿Cómo consume magia un mago? ¿Qué partes de un truco le llaman más la atención?
Me fijo en muchas cosas: la técnica, la presentación… Normalmente sé el secreto que ha utilizado. A veces no, a veces me sorprenden. Me alegro muchísimo de que eso suceda porque a mi me encanta que me sorprendan. Hay hasta magos que hacen magia para magos.

¿Se ha atrevido en este género?
Sí, de hecho hay un programa de televisión en Las Vegas que se llama Fool Us, que hacen Penn and Teller, dos magos americanos que son estrellas allí donde van ilusionistas de todo el mundo a hacer un truco que consiga engañarlos y que no sepan cómo lo has hecho. Yo acepté el reto hace unos años, fui e hice una historia con unas cartas sobre un príncipe encantado que al final se convertían en una rana de verdad. Llevaban cuatro o cinco temporadas (actualmente se han emitido diez) y solamente ocho magos les habían engañado. Yo lo conseguí. Fíjate que casi todos los magos españoles que han ido han logrado embaucarles. Eso demuestra que aquí hay un nivel muy potente.

Después de diseñar más de 100 juegos a lo largo de su carrera, ¿hay alguno al que le tenga un cariño especial?
Hombre, hay uno que me ha dado muchas alegrías. Era una teletransportación donde elegía un espectador al azar, entraba en su red social favorita, escogía un amigo al azar y desde el techo caía una caja de donde salía el amigo. Más tarde me lo compró David Copperfield. Él tiene los derechos para ser el único que lo puede representar en Estados Unidos y yo lo puedo hacer en el resto del mundo. Después de eso nos hemos hecho buenos amigos. Fue muy marciano estar en Las Vegas explicándole el truco. Tenía mil preguntas y le mandé muchos gigas de material con las actuaciones donde represento este juego. Es un crack.

Siempre ha citado a Juan Tamariz como uno de sus maestros. ¿Qué aprendió de él?
Aprendí a arriesgarme. En los primeros años él me dio varias ideas que eran arriesgadas. Hice un número con una paloma muerta. El pájaro moría en escena y, a continuación, se cerraba el telón. Luego, aparecían unos cuadros con los retratos de unos maestros que me daban la fuerza para revivir al animal. Este número me dio la Varita de Oro en el Festival de Montecarlo. Lo desarrollé con su ayuda y otras personas. Y luego a innovar siempre. No basta con lo que hicieron otros, hay que abrir otros caminos. En FLIPAR todas las magias son originales y eso es lo que más me pone.