Imagen de Marisol Villar. | Click

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Ha transcurrido un mes desde que publicanos la historia de Marisol Villar López, argentina, nacionalizada española y residente en el término municipal de Calvià, una historia referente a que esta buena mujer, que no puede caminar, que, además, vive sola en un apartamento, lo que significa que ve pasar las horas, ya bien tumbada sobre la cama, ya bien sentada en su silla de ruedas eléctrica, con la que se desplaza por la casa, y cuando tiene humor, sale a la calle, a comprar en el súper próximo.

La última –y única– vez que hablamos con Marisol, y que fue a través de su excompañero de trabajo, Eduardo, que está prácticamente todos los días con ella, y mucho más desde que se cayó de la silla, rompiéndose el brazo izquierdo, y quedando durante horas postrada en el suelo hasta que alguien de la finca donde vive escuchó sus llamadas de socorro, supimos, según nos relató este, que tiene un grado de dependencia 2, lo que hace que se tenga que poner a la cola a la hora de pedir una plaza en una residencia, «ya que el 2 –señala Eduardo– no la avala para que se la den enseguida, y como la cola es muy larga, dado que esas plazas están muy solicitadas, mientras la llaman tiene que vivir sola, sin ayudas, salvo las que le pueda ofrecer yo durante las horas que estoy con ella. ¡Que menos mal…! Digo que si yo no la ayudara, viviendo sola, sin familia, sin nadie, posiblemente ya habría muerto. Por eso es por lo que pidió que le aplicaran la eutanasia. Incluso si le arreglan lo de ingresar en una residencia, la va a seguir pidiendo, pues, y más en el estado en que se encuentra ahora, quiere que se le respete el derecho a poder morir dignamente».

¿Que cómo es su estado a estas alturas del partido? «Pues mi estado de salud, a día de hoy, está así: padecimiento crónico e imposibilidad de la vida diaria persistente, sin recursos de curación o mejoría aceptable. Además, estoy sometida a un proceso poco digno, completamente lleno de sufrimiento, con dolores que ya no se pueden paliar con la cantidad excesiva de tratamientos y fármacos».

En dos ocasiones –cuenta Eduardo–, la han visitado otras tantas funcionarias del IMAS con el fin de evaluar su estado para ese hipotético ingreso en una residencia, que, como digo, está muy complicado, pues ella solo tiene el grado de dependencia 2… Aun así, si la ingresaran en una residencia, ella quiere que le apliquen la eutanasia. No quiere vivir más, por eso pide que le respeten su derecho a morir dignamente. Vamos, que lo tiene muy claro. Quiere la eutanasia, y quiere que la dejen de visitar pues a veces esas funcionarias le preguntan cosas que no tienen sentido, que no entienden, por ejemplo, cómo se las arregla, estando como está, para regar las plantas que tiene en el balcón… ¿Usted cree que esas son preguntas? Por eso no hay vuelta atrás en lo que a la eutanasia se refiere. Quiere, le concedan o no una residencia, que se la apliquen».

Por lo que nos contó Eduardo la vez anterior, en agosto, concretamente el día 15, Marisol, por escrito, y de acuerdo al protocolo, le pidió a su médico de cabecera que tramite la petición de eutanasia para ella… «Pero, por no sé qué motivos la tramitación llegó fuera de plazo, por lo que se tuvo que volver a pedir, lo que significó volver a empezar desde el principio. Lo extraño es que estando a mediados de octubre, la Comisión de Garantía de Evaluación, a quién el médico de cabecera mandó la solicitud, todavía no ha contestado, lo cual, según nos ha contado alguien, es porque no quieren tramitar dicha solicitud… O porque esta no ha sido aceptada. Que es lo mismo. Lo cierto es que estamos esperando a que alguien nos diga algo, porque, insisto, ella, con residencia o sin ella, ha dicho basta. Quiere la eutanasia, por eso se acoge al derecho a pedirla. Pasa que el proceso está parado, estancado. Por ello, en su nombre, he mandado un escrito a la Consellria de Salut y a la Comisión de Garantía y Evaluación, con la petición de la ayuda a morir. Por tanto, a día de hoy, lo único que se ha tramitado han sido los protocolos de la primera y segunda petición, porque la respuesta a ambas la estamos esperando. Y estamos así desde mediados de agosto. Dos meses».

¿Y no hay vuelta atrás?, preguntamos. Eduardo niega con la cabeza. «Lo tiene muy claro. Quiere la eutanasia, es más, en dos ocasiones la ha pedido, pero no se la tramitan. ¿Por qué, si está cumpliendo con todos los requisitos? Pensamos que desde agosto a hoy ha habido más que tiempo suficiente para tramitarla. ¿Por qué no se la dan?».

Esta semana quitarán el yeso del brazo de Marisol… «¿Y qué? –se pregunta Eduardo–. Puede volverse a caer en cualquier momento en que se encuentre sola, tratando de hacer tal o cual cosa. Yo me paso muchas horas a su lado para que eso no ocurra, pero esa no es la solución a lo que ella pide, sino que es la eutanasia, ¡el derecho a morir dignamente! Mientras tanto –apostilla su amigo–, si Marisol, ante tanta desidia burocrática decidiera liberar su frustración llevando a cabo una acción autolítica, es decir, un intento de suicidio, ¿quién se haría cargo? ¿La Dirección General de Dependencia? ¿El IMAS? ¿La Consellria de Salut? Señores funcionarios, despierten. Señores políticos, resuelvan». Pues sí... Ahí le has dado. Por lo que si tienen sensibilidad, actuarán de inmediato. Aparte, de verdad que hasta incluso morirse a través de la eutanasia, es complicado eh... Basta, si no, con el ejemplo de Marisol.