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El mundo del calzado, y de las zapatillas en particular, se ha convertido en los últimos tiempos en mucho más que un accesorio. La ‘fiebre’ por las sneakers ha crecido como la espuma a la par que sus coleccionistas y la inversión que ellos depositan en ellas. Allí vio una oportunidad de mercado el colombiano de 28 años Daniel Mejía, dueño de Lovingzapas, la primera lavandería especializada en calzado de Mallorca.

«Siempre me ha gustado ir con las zapatillas limpias. Había visto en redes tutoriales en inglés sobre técnicas y trucos. Un día tenía prisa porque debía irme de viaje y busqué sitios para limpiarlas y no encontré ninguno. Pensando, pensando vimos que zapateros había muchos así que decidimos abrir nuestra propia tienda», cuenta Mejía.

El proceso

Así nació una tienda en el barrio de la Plaza de Toros de Palma donde tratan todo tipo de calzado como botas, sandalias hasta chanclas y cuya oferta piensan diversificar dentro de poco hasta el mundo de la customización de bolsos.

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Uno de los momentos del proceso de limpieza de las zapatillas.
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En diez pasos las zapatillas que necesitan limpieza en seco pueden estar aseadas.

Sobre el proceso de limpieza, largo y con no pocas variables y pasos a seguir, el limpiador explica que «lo primero es mirar si tiene cámara de aire. Si tiene no se puede mojar por lo que hay que aplicar otro tratamiento. Eso es lo más importante. Si se puede mojar no hay problema y va a la máquina. Sino, lo hacemos a mano en seco con un producto especial. De allí pasamos a quitar las pelusas, cubrir las plantillas, planchar los cordones y si tiene algún raspón se lija y pinta».

El protocolo a seguir no termina aquí ya que «si tiene la suela amarilla la pasamos por una luz ultravioleta para blanquearla, luego va a la máquina de ozono para desbactarizarla y quitar los malos olores. Lo último es pasarla por un tipo de laca para que si cae suciedad cuando estés en casa ya solo con un trapo dure mucho tiempo limpia».

Un negocio siempre depara sorpresas y es que «han venido bastantes personas mayores lo que ha sido una cosa que no me imaginaba ya que pensaba que el negocio estaría destinado a jóvenes y nos hemos encontrado a madres o abuelas que vienen con los zapatos de sus hijos y nietos. Casi viene más este tipo de perfil que el público más jovencito».

Otro cambio inesperado ha sido, según Mejía, que «al principio la empresa estaba enfocada a las zapatillas deportivas pero nos ha llegado de todo. Hace una hora vino un cliente a recoger un par de zapatos Hermès, que pueden costar 900 euros».

El proceso de lavado no es instantáneo ya que, como cuenta el empresario «si el zapato solo necesita un lavado el que lo traiga por la mañana lo podrá recoger el mismo día por la noche. En el caso de que venga más tarde tendrá que esperar al día siguiente y si hay que pintarla necesitará, como mínimo unas ocho horas más».