Irina observa la fotografía de su hija, en el cementerio de Santa Margalida. | Click

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El pasado 24 de junio, Lidia Delyanova, nacida en San Petersburgo hace 48 años, y residente en Mallorca desde 2001, desapareció. Días después, a poco de ser denunciado el hecho, su coche fue encontrado. Estaba estacionado en el parking del hotel Formentor. Y días más tarde, a principios de julio, su cadáver, avistado por el helicóptero de la Guardia Civil, fue hallado en un lugar entre Formentor y el Faro, junto a unas piedras... ¿La habían asesinado…? ¿Había muerto por accidente…?

Visita al cementerio

A todo esto nos los recordaba días atrás, Irina, madre de Lidia, sentada en un sofá de la recepción de los apartamentos donde se ha hospedado. La acompañaban dos amigas Irina había llegado dos días antes a Mallorca, tras un largo y pesado viaje, habiendo estado en la víspera en el cementerio de Santa Margalida, visitando el lugar donde yace el cuerpo de su hija, depositando sobre él unas flores y, a continuación, rezando. En la pared de ese lugar, había una fotografía de ella. Fueron momentos de total recogimiento, pero repletos de emoción, que la buena mujer apenas pudo contener, pues nunca imaginó que alguna vez tendría que viajar a Mallorca para rezar en el lugar donde había sido enterrada su hija, muerta en circunstancias todavía no esclarecidas según cree.

Hay que decir que mientras ha permanecido en Mallorca, estuvo acompañada por dos amigas suyas, que no se separaron de ella en ningún momento. Incluso el domingo, ellas reunieron a más personas en un almuerzo en un restaurante de Can Picafort con la intención de animarla y de que no se sintiera sola. Pese a todo, al día siguiente, cuando hablamos con ella, estaba prácticamente rota y completamente agotada. Y motivos más que suficientes tenía para ello. Primero, porque había viajado a la isla para rezar ante la tumba de su hija y recoger algunos de sus enseres hallados por la guardia Civil de Pollença, en cuyo cuartel habían estado por la mañana. Y segundo, por el viaje en sí, largo y duro, ya que a día de hoy, por el conflicto ruso-ucraniano, aparte de que no es fácil salir de aquel país, el viaje, por lo largo (San Petersburgo-Georgia, donde se hace noche, para seguir por Viena hasta Palma), es muy agotador y más para una mujer que lo hace en sus circunstancias.

Irina, en el lugar en el que yace su hija, Lidia.

Hacía planes para el futuro

Según nos contó Irina, su hija, que vivía en Can Picafort, había viajado a Mallorca en el 2001, y le gustó tanto la isla, que decidió quedarse. Tiempo después se casó, pero su matrimonio no duró mucho. Tras la separación se emparejó con un hombre algo mayor que ella, del que se separó a finales del año pasado. Posteriormente conoció a un marroquí con el que, según cuentan, tuvo muchos problemas. En realidad, cuando la encontraron muerta, esa relación, aunque cada vez más en la distancia, seguía existiendo, por eso se pensó que igual él hubiera podido tener algo que ver con su muerte. No fue así. Cuando se produjo el fallecimiento él estaba en Marruecos. Posiblemente, fue una muerte por accidente, tal vez a causa de una caída en la que se golpeó la cabeza. Aunque la investigación, explica la madre, sigue abierta.

Irina y sus amigas no saben a qué distancia está el lugar donde encontraron el cadáver de la joven respecto al párking donde dejó su coche, ni los motivos por los que, seguramente caminando, llegó hasta allí. Pero lo que sí tienen claro las tres, y más tras haber recuperado el bolso de Lidia, en el que guardaba varios números de la lotería, tanto Nacional como de la ONCE, y haber leído su diario, en el que hacía planes para el futuro, siempre pensando en positivo, es que no tenía ninguna intención de poner fin a su vida de forma voluntaria. Por eso piensan que, o tuvo un accidente y se golpeó contra las rocas que había en el suelo del lugar en que fue hallado su cuerpo, o que alguien la mató. De ahi que el caso, según les han dicho, no está cerrado.

La madre, según contaron las amigas, está también preocupada porque le han presentado una factura de los gastos del entierro de su hija, que ascienden a 1.800 euros. «No he podido pagar, -dice la mujer- ya que cobro poco por mi trabajo de jefa de vestuario del Teatro de la Ópera de San Petersburgo, por lo que, de no ser porque estos amigos me han ayudado, no hubiera podido viajar a Mallorca». Y está preocupada también porque no sabe si al no haber podido abonar los gastos del enterramiento del cadáver puede repercutir negativamente en algo.

Un viaje triste y rápido

Más tarde, bastante más tranquila, la madre nos cuenta que a lo largo de los 23 años que su hija ha vivido en Mallorca, ha viajado en varias ocasiones para estar con ella, viéndola siempre alegre y feliz. «Me decía que le gusta la isla por muchas cosas, pero sobre todo por la gente y el buen clima».

La última vez que estuvo con ella fue el año posterior a la pandemia, «en que no se podía viajar, luego llegó la guerra, por la cual, viajar, incluso a día de hoy, es muy complicado, además de caro, pues tienes que hacer muchas escalas. Por eso no volví hasta hoy. Un viaje muy triste y muy rápido, pues regreso ya a San Petersburgo. Mi intención hubiera sido llevarme sus cenizas, pero, aparte de que no tengo dinero, su cuerpo ha de quedar aquí hasta que se esclarezca por completo el asunto». Que ojalá sea pronto, parece que nos dice con la mirada cargada de dolor cuando nos despedimos de ella tras la entrevista.