Los jueves son un día importante en el calendario semanal de María, Margalida, Alma, Alejandro e Ignasi, y de sus familias. Ese día, por la tarde, tienen clase de música en Es Niu, un nuevo espacio musical inaugurado hace unas semanas en la calle Patronat Obrer que cuenta con locales de ensayo y ofrece formación musical con un componente familiar muy especial. Y es que en el Taller de Armonía en Familia, los pequeños aprenden los rudimentos del lenguaje musical y de su instrumento en compañía de alguno de sus progenitores o familiares.
Este proyecto, impulsado por el músico y pedagogo Dani Magaña, conocido guitarrista de bandas como Alma Sonora, introduce una oferta de clases que fomenta el desarrollo musical desde una perspectiva integral y colaborativa. «Estas clases en grupos reducidos buscan crear un vínculo especial en el aula, no solo entre los niños y su aprendizaje, sino también con el familiar que participa, quien puede contribuir a fortalecer ese nexo pedagógico y afectivo», explica Magaña.
Aunque la presencia de un adulto no es obligatoria, se considera una valiosa oportunidad para sumar a la experiencia musical un componente familiar. En el taller, los niños exploran aspectos de la armonía y el lenguaje musical de forma personalizada y adaptada a cada instrumento, lo que representa una alternativa al modelo de aprendizaje tradicional enfocado en la simple ejecución.
Además, el programa del Es Niu ofrece otra interesante experiencia para los pequeños con ‘Mi Primera Banda’. En esta actividad, los niños pueden vivir la experiencia de tocar en grupo, aprender a escuchar a sus compañeros y descubrir el valor del trabajo en equipo. Este enfoque fomenta el compañerismo y promueve la autonomía, incentivando a los niños a practicar en casa y a ganar confianza en su instrumento. La actividad culmina en dos conciertos anuales, en los que los pequeños músicos pueden experimentar la emoción de actuar ante un público.
«Lo que más me gusta es que a la hora de hacer los deberes de música, mis padres se enteran mejor y pueden ayudarme», destaca María, de nueve años. «Toco de oído desde que tenía 18 años, y gracias a esta actividad estoy aprendiendo música de forma teórica y, por supuesto, me ayuda a crecer junto a mi hija, musical y personalmente», afirma su padre, Tonio.
«Soy maestra de música y estudié en el Conservatorio. Aquí, estoy viviendo todo lo opuesto a lo que viví yo de pequeña», celebra Joana Maria. «Aquí se aprende directamente el instrumento junto al lenguaje musical y, a nivel de cuidado emocional y humano, no tiene nada que ver. Es genial compartir esto con mi hija Margalida», señala. «Mi madre me ayuda un montón a estudiar», asegura Margalida, de 10 años.
«Es precios el hecho de estar, además de con mi hija, en un grupo con otros padres y niños. Nos conocemos personalmente, nos vinculamos y nos implicamos todos con todos», destaca Carmen Martínez, marte de Alma, joven violinista de 9 años. «Aprender en comunidad tiene un efecto multiplicador, y se fomenta el compañerismo», añade Charo, quien acompaña al pianista Alejandro, de ocho años.
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