La reparación de una parte del asfalto del cruce de la calle Marquès de Fontsanta con Avenidas ya presenta deficiencias. | Click

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Dícese que una chapuza es un trabajo hecho mal y sin esmero. Bien, pues lo que han hecho en la calle Marqués de Fontsanta, esquina con Avenidas, de Palma, ha sido estéticamente una chapuza. A principios de mes denunciamos que daba la sensación que ese lugar se estaba hundiendo. Era lógico, ya que por él, a diario, pasan, entre otros, todos los autobuses del TIB hacia sus destinos. De ahí que nos diera la impresión de que se hundía, a la vez que se resquebrajaba el resto de la calzada, dada que la grieta recorría parte de la misma.

Y ya está resquebrajada. Semanas después nos encontramos con que han resuelto el problema echando sobre la parte que se hundía gravilla con alquitrán dejando el resto de grieta tal cual. ¿Resultado? Pues que lo que está mal, puede empeorar. Sí, porque, chapuza aparte, la gravilla alquitranada vertida se empieza a hundir y a agrietar. Y eso que han transcurrido apenas unas semanas. Pues así está. Desde luego no está bien, eso está claro. Si, porque salta a la vista que no deja de ser un pegote, un mal remiendo… Una chapuza, vamos, ya que el trabajo no está, que digamos, bien hecho y en cuanto a esmero… También a la vista está que el cuidado y la suma atención que han puesto para que quede perfecto brilla por su ausencia. Por eso decimos que ¡vaya chapuza!

Buen rollo. El pasado jueves, en el bar Cristal de Palma, Manolo, quien en el rincón del fondo a la derecha, tiene instalada su emisora de radio desde la que emite unos cuantos días a la semana, invitó a participar en el programa de ese día a ‘El Chopo’, quien a través de su emisora emite diariamente desde El Alpendre, restaurante de la calle Blanquerna, de Palma. Eso significa que, por encima de competencia, si es que la hubiere, está la profesionalidad y el buen rollo, en lo cual están de acuerdo ambos. Naturalmente, ambos hablaron de la radio del radio bar o, desde el bar, que ambos están haciendo y hasta dónde puede llegar la experiencia. La conversación fue muy amena. Mientras no se pisen la manguera, la competencia es buena.

Así que si la otra tarde ‘El Chopo’ aceptó la invitación de Manolo, no nos extrañará nada que pronto escuchemos a este desde la emisora de aquel. Diremos también que esa misma tarde, desafiando la DANA que habían anunciado que venía –y que llegó, pero más bien de forma discreta si la comparamos con la que flageló Valencia y Albacete– acudió al radio bar de Manolo un buen y gran amigo nuestro, Carlos Penas, pintor y poeta y, sobre todo, ocurrente, con el que se puede hablar de todo y que nunca fallará y más si se trata de dar apoyo. Pues bien, Carlos, como no podía ser de otro modo, se explayó de lo lindo en lo que era el tema del día, la tragedia de Valencia y Albacete, y la poca asistencia y empatía que estaban teniendo los damnificados por parte de los políticos.

Los echan, pero... lPor la tarde del viernes pasamos por el asentamiento que tres ‘sin techo’ –dos hombres y una mujer– han montado en la entrada de lo que fue la galería comercial en el edificio Minaco. Están en un asentamiento amurallado con cajas de cartón, según se puede apreciar.
Esas personas viven ahí desde hace casi tres meses y aunque están okupando un local que no es suyo, no son okupas, «pues –nos dice la mujer– es un local que no está cerrado, por tanto no nos consideran okupas». Poco antes de nuestra visita había pasado por allí la Policía Local diciéndole a la mujer –los otros dos no estaban– que se tiene que marchar ya.

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La mujer, a la que sorprendemos leyendo una obra de Vázquez Montalbán, nos dice que ya ha metido todas sus cosas en bolsas de color negro, que ha apilado en un rincón del lugar y que queda a la espera… Luego nos cuenta que fue trabajadora del Ajuntament, pero como pidió excedencia por motivos particulares, cuando intentó volver, no pudo, «pues en mi caso, no vuelves cuando lo pides, sino cuando ellos consideran que puedes volver», nos aclaró, tras citarnos a una serie de políticos que estaban en Cort cuando ella también estaba. «Es más –añadió–, a usted, que es periodista, le conozco».

Bien. Como la vemos muy tranquila, le seguimos preguntando:

–¿Y si les echan de aquí, les dan posibilidades de ir a otro lugar?
–Todos sabemos que está Ca l’Ardiaca, pero como ahora hay chinches… Vamos, es que ni me acerco.

–¿Entonces, qué van a hacer?
–Pues ya ve. Tengo las bolsas ahí preparadas. Si vienen a echarnos, lo saco todo fuera, a la calle –y al decir todo, señala los dos colchones sobre los que duermen–, lo dejo sobre la acera, al lado del árbol y cuando se larguen lo vuelvo a meter todo aquí y a ver qué pasa.

Al día siguiente volvimos a pasar por el lugar y todo estaba como en la víspera, las dos camas, las bolsas con ropa, ahora colocadas dentro de la muralla construida con cajas de cartón y un tipo durmiendo como un angelito, a pierna suelta, sobre uno de los colchones. Pero de ella, ni rastro. Seguro que andaría por ahí buscándose la vida, pues hay que comer. Desconocemos si llegó la policía y los echó, pero volvieron a entrar una vez que se marcharon los agentes o si no pasaron y no se movieron de dónde estaban.