Arturo Suñer con corona sopló este jueves la tarta de su cien cumpleaños junto a su mujer Sonia y un amiga. | M. À. Cañellas

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Arturo Suñer vino al mundo tal día como este jueves hace cien años, un siglo, en la calle Caro de Palma. Muy cerca de allí celebró su cumpleaños más especial en compañía de su mujer, Sonia, con la que se casó hace tres años, y un grupo de amigos de toda la vida. Lúcido y con un humor mordaz recuerda una vida producto de una época que no volverá. De una Palma industrial que, a pocos metros de los restaurantes de Santa Catalina y las discotecas del Passeig Marítim, parece que nunca hubiera existido.

Desde el salón de su casa y junto a un vaso de Coca Cola, Suñer recuerda haber trabajado desde los 14 años «haciendo de todo: dentro de pozos, en barcos y luego estuve 30 años en la fábrica de grifos Casa Buades. Empecé de operario y en los últimos años llegué a encargado. Cuando entré éramos unos mil trabajadores y se hacían tres turnos. Parecía Londres con tanto humo.

Cien recuerdos
Echando el retrovisor de la memoria todavía más atrás este vecino ya ilustre afirma que «antes la vida era tranquila. Cruzar el torrente de Sa Riera era un poema. Te pegaban. A mi me cayó más de una pedrada. No anàven de bromes. Ibas con miedo».

Al preguntar si se acuerda de la Guerra Civil (Arturo tenía siete años cuando empezó) el centenario contesta «sí y no. Me acuerdo de lo que se decía pero no de la Guerra en sí. Con mi padre nos fuimos al Molí Capità de Es Capdellà. Él hizo de todo para traer dinero a la familia; hasta de contrabandista. Lo cogieron dos veces. La primera lo condenaron a cuatro años de cárcel pero solo estuvo encerrado un par de meses. La segunda vez lo delataron y también estuvo poco tiempo en prisió».

¿Puede una persona llegar a los cien años bebiendo y fumando? No es el caso de Arturo Suñer. «Ya me bastó con todo el humo que tragué en Ca’n Buades», bromea tirando de una ironía que no ha venido a menos con el paso de los años. Todo lo contrario.

«Llegar a cien años és mal de passar. No te vuelvas viejo. No te vuelvas viejo» repite y añade que «hay que saber ir con bastón y sin bastón porque por mucho que hagas… con este de aquí arriba (Dios) acabarás mal. El que tiene pesetas todavía lo puede pasar un poco mejor pero yo estoy ‘despesetado’», sentencia.