Será por su atmósfera gris, o por su interior que te catapulta a otra época, arcana y remota, como de película en blanco y negro, no sé... pero al entrar en la fábrica de cirios y velas La Real me pareció adentrarme en Cerralbos del Sella, ese microuniverso suspendido en el tiempo en el que un inspirado José Luis Garci ambientó su película You’re the one (2000). Con su impagable galería de personajes tocados por las eventualidades de la vida y la dura postguerra española como telón de fondo, cuánto aprendí de aquella gente sencilla y sufridora pero repleta de sabiduría. Fe, política, amistad, amores perdidos y caminos equivocados se entrelazan en una trama en la que Garci vuelve a poner la cámara a la altura del corazón. Todo ello me sobrevino con solo atravesar el umbral de esta fábrica ubicada en las afueras de Ciutat, en cuyas esquinas, junto a una lumbre que se apaga, parecía refugiarse alguno de sus personajes.
Guiem Ramis me abre la puerta y con un gesto cortés me invita a pasar. Aunque antes debo superar el corte de Iris, una pastor alemán con una planta imponente. Estigues tranquil, no fa res, me dice Guiem. Una vez dentro veo al maestro artesano, Nico Cuenca, de espaldas a mí manipulando el Noc, un artilugio con el que, armado de paciencia, va fabricando unos cirios más largos que un domingo sin dinero. El calor me abraza en la lúgubre estancia, «ahora se está bien pero en verano es un horno», apunta Guiem mientras señala al aparato de aire condicionado que cuelga de la pared, agregando «si no fuera por eso aquí no se podría estar».
Esta fabrica que lleva 125 años fabricando cirios es la única que queda en pie en Mallorca, y a su vez es una de las cuatro que se desempeñan, a nivel estatal, usando un método de elaboración artesanal. Consiste en mojar las mechas en cera, una y otra vez, hasta conferir el grosor deseado a cada cirio. «Utilizamos unos 60 kilos de cera diarios, que son alrededor de 1200 al mes», agrega Guiem. Con esta producción tienen suficiente género para llenar las estanterías de su propio comercio, la Cerería La Real, situada en el corazón de Palma. Y les sobra para surtir «al Abaco cocktail bar de Palma, algunos hoteles y también a La Seu». Guiem apunta que «podríamos dar servicio a más demanda, pero nunca nos ha interesado, somos un negocio familiar y con el trabajo que tenemos nos basta». A continuación desliza, sin ademán de queja, que «aunque la demanda se mantiene, hemos bajado las ventas en Semana Santa porque se han puesto de moda las velas de color y nosotros no fabricamos cirios de colores ni decorados, hacemos cirios litúrgicos normales, de toda la vida».
El maestro cerero forma parte de esos oficios, casi olvidados y en desuso, que corren serio riesgo de extinción. La antigua costumbre de trajinar con ceras ha sido una constante a través de los siglos, en aras de arrojar luz a los hogares y paz a las iglesias. En el interior de la fábrica es difícil no dejarse llevar en el tiempo, el olor a cera quemada me catapulta, esta vez a la abadía de Montserrat, donde pasé muchos domingos junto a un amigo monaguillo, cuando éramos chavales. Recuerdo el olor a cera, pero también a incienso y silencio en aquel magnífico templo, ubicado sobre el macizo que domina el río Llobregat.
Acto de fe
Para muchos, prender la mecha de un cirio va más allá que la simple acción de generar luz, es un acto de fe, una ofrenda y un consuelo en las celebraciones litúrgicas. Las de La Real son de parafina y, mayormente, de cera reciclada. «Algunas iglesias nos traen sus restos de cera, usamos un proceso de filtración y limpieza tradicional que nos permite reutilizarla, y en menor medida también utilizamos parafina que compramos de China».
Uno se siente afortunado al presenciar el sencillo -aunque artesanal- proceso que culmina con una vela blanca, espigada o gruesa pero siempre orgullosamente erguida, acabada. Reflejo del trabajo bien hecho de un profesional que conecta con el saber ancestral. Un oficio marcado por el metrónomo del tiempo, realizado con una paciencia ajena a nuestros días.
2 comentarios
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un 10 per aquesta gent, dema i anhire a comprarne un parell de ciris
¡Enhorabuena! Ojalá que sigan muchos años y encuentren quienes les continúen. Soy de las que prefiere las velas de toda la vida a esas cosas eléctricas que hay ahora en las iglesias.