Los sellos y las monedas
Marcelino ha hecho muchas cosas a lo largo de su vida. Fue modelo en Estados Unidos, luego se especializó en el manejo de las luces del teatro, en Mimi escribió en un diario entrevistas a artistas, y es también filatélico, habiendo hecho como miembro del Círculo de Santa Clara, exposiciones de sellos, monedas y billetes fuera de uso en distintos puntos de Cuba, además de otras de postales y cartas dedicadas a recordar a Camilo Cienfuegos y al Che. «También formé parte de la organización de unas jornadas sobre Camilo, el Che y la cultura cubana, celebradas en octubre de 2023, por lo que recibí un diploma de reconocimiento».
Y ahora, ya en Palma, intenta que se vuelva a organizar el mercadillo del sellos y monedas que se celebraba los domingos en la Plaça Major, y que la pandemia lo paró. «Por eso voy a ir a Cort, para ver que permisos se han de solicitar para que vuelva a funcionar, y por supuesto, también intentaré hablar con las personas que hacían aquel mercadillo».
Además, es buen conversador
Tras dejar constancia de su afición por los sellos y las monedas, con Marcelino, que sabe hacer amena la conversación, hablamos de la Cuba bajo el dominio de los españoles, de Maceo, de su silla, la que encontramos en Palma traída por Weyler, de los emigrantes mallorquines, sobre todo de los de Andratx, que se instalaron en Batabanó, dedicando su vida a la pesca de la esponja, del grito ¡Viva Cuba libre!, que ha pasado a la historia como el Grito de Baire, y que fue el inicio de la revuelta contra los españoles, de Palma Soriano, de Céspedes, de Martí… De si es verdad que Fidel engañó a Carter con los marielitos, pues –le digo que se dice eso–, que entre los 125.000 que salieron de Cuba, Castro metió a varios miles de presos y delincuentes, con lo que se quitó un problema de encima, pero creando otro en Miami con la llegada de estos… «Algo de eso oí –dice–, pero no entro en cuestiones políticas. Hoy, si quiere, hablamos de filatelia y numismática».
El Llar Kurt, su casa
Marcelino vive en el Llar Kurt, en el Polígono de Asima, que junto con el Llar Inge, ubicado en General Riera, Tardor ha logrado dar comida y techo a personas en el umbral de la pobreza, y algunas ya metidas en ella.
Estas llars las dirige Ascen, una mujer «que no me explico de dónde saca fuerzas para que no nos falte de nada, además de resolver problemas que a diario se crean, y por supuesto, conseguir que el establecimiento funcione dentro del orden. Es muy trabajadora y luchadora, siempre pendiente del Llar y de quiénes vivimos en él. Yo estuve antes en Ca l‘Ardiaca y en otros albergues, pero nada ver con Llar Kurt, que es como si viviéramos en casa, eso sí, con unas normas a cumplir, y que son, no alcohol y no drogas, al menos allí, que en la calle es uno libre de hacer lo que quiera, pero si bebes o te drogas, o llegas bebido o drogado, ya no tienes cabida en ese lugar en el que, repito, no nos falta comida, una cama en la que dormir, agua caliente y fría, una lavadora… Pero, sobre todo, orden. Y encima, todos nos llevamos bien. Es como una comunidad en la que reina el orden y en la que todos procuramos colaborar. Es decir, si me dicen que barra, lo hago con gusto, igual que si me piden que eche una mano en algo. Y creo que como yo hacen los demás. Y todo eso, como digo, es debido al buen hacer de Ascen, que además se interesa por cada uno de nosotros, por nuestros problemas con la intención de ayudarnos. Todo ello es de admirar y de agradecer, sobre todo por parte de personas que no tenemos muchas opciones en esta vida».
Marcelino, que como hemos dicho cuenta con unos ingresos modestos, como buen cubano, inventa y resuelve, sin alterar para nada el buen orden del llar.
Inventar y resolver
¿Que qué es inventar y resolver?, se preguntarán algunos. Pues inventar es pensar algo a lo que le puedes sacar provecho sin perjudicar a nadie, y resolver es llevar a la práctica lo que has pensado, sabiendo que con ello, o poco o mucho, vas a obtener un beneficio. Y Marcelino ha inventado que si recoge las latas de bebidas que encuentra en el camino, y las vende al chatarrero, a 70 céntimos el kilo, se puede ganar un jornalito, «con lo cual resuelvo de tres maneras: hago ejercicio, pues para encontrar las latas he de caminar, eliminando las latas hago un trabajo ecológico, y vendiéndolas consigo unos euros, por lo cual, lo voy a seguir haciendo mientras pueda».
Con Marcelino quedamos en vernos otro día y seguir hablando de Cuba y de Mallorca, y de cómo le va el asunto de las latas tiradas por la gente a la calle, que él recoge y vende.
3 comentarios
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TonimallorcaNo sé yo.... allí va genial pero aquí somos más de tirar la mierda y que venga Emaya a recogerlo!!
Antiguamente, en las tiendas donde vendían vinos, refrescantes y otros, al retornar el envase te devolvían una cantidad segun los envases que traías. Desde que esta el plástico, esto a desaparecido
Si en España tuviéramos el sistema de Alemania no habría ninguna botella de plástico ni ninguna lata de bebidas, el sistema es muy simple, al ir al supermercado o cualquier negocio a comprarlas pagas por botella o lata un plus de 0’25 céntimo de euro, una vez consumido puedes ir a cualquier supermercado donde hay máquinas que introduces las botellas o latas y por cada una te devuelven los 0,25 céntimos de euro y una vez depositadas todos tus bebidas recibes un ticket el cual puedes cambiar por dinero Cash o descontar de tu factura de tu compra en la correspondiente caja del supermercado, de esta manera os puedo asegurar que no existe por la calle ni una sola botella de plástico ni ninguna lata de bebida, por lo tanto este sistema es el mejor si queremos conservar el medio ambiente