El Museo de la Comida Asquerosa abrirá en Palma: saltamontes, tiburón y la fruta más apestosa

Un grupo sueco ha alquilado el espacio por 10 años y prevé abrir el 15 de mayo

El copropietario de la cadena de museos, Andreas Ahrens, junto a varios alimentos asquerosos ayer en su sede de Palma. | Pilar Pellicer

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Algo huele mal en Ciutat. La empresa sueca Disgusting Food Museum (El Museo de la Comida Asquerosa) ha alquilado por diez años el edificio de la antigua tienda de montañismo Es Refugi para albergar su primera delegación de gestión propia fuera del país escandinavo. Al frente de ella está el empresario Andreas Ahrens, director de la compañía y que ejerce en este reportaje como maestro de ceremonias a la hora de explicar en qué consistirá un proyecto que tiene previsto abrir sus puertas el próximo 15 de mayo a expensas de trámites y licencias administrativas necesarias para iniciar la actividad.

«Mi socio y yo hemos viajado por todo el mundo durante muchos años descubriendo nuevos lugares y comidas. Nos dimos cuenta que ninguna de las gastronomías del mundo es asquerosa, sino que son propias de cada lugar por lo que resultan diferentes a nuestra cultura y paladar. El asco es una reacción universal que tenemos todos y que nos ayuda a sobrevivir», explica Ahrens acerca de la filosofía de un proyecto que comenzó en su ciudad, Malmö, en el año 2018 y siguió ampliando en 2021 con la apertura de una franquicia en París.

La primera planta del museo de Palma albergará una exposición de alrededor de un centenar de alimentos extraños que los asistentes podrán contemplar, como es el caso del casu marzu, un queso típico de Cerdeña que contiene larvas en su interior. Pero el plato fuerte, nunca mejor dicho, corresponderá a unas 25 comidas desagradables listas para ser catadas en el recibidor de la planta baja. Entre ellas destacan el durián, la fruta tailandesa considerada como la más maloliente del mundo de la misma forma que el arenque sueco o el tiburón fermentado de Islandia. También hay saltamontes o chucherías saladas.

Los saltamontes son algunos de los alimentos extraños que se pueden probar en este museo. Foto: P. Pellicer

Aparte de una muestra de olores nauseabundos también estará disponible una selección de brebajes alcohólicos desagradables de varias graduaciones como la ‘colonia rusa’, consumida en los años en que la Unión Soviética prohibió las bebidas etílicas. La empresa afirma que todos los alimentos del museo están traídos desde su lugar de origen.

Preguntado por qué se fijaron en Palma para iniciar esta aventura, el CEO de la compañía explica que «sondeamos muchas ciudades, sobre todo Málaga, para establecer este museo y pensamos que queríamos un lugar que fuese turístico pero que no tuviera una gran oferta de atracciones de ocio similares a la nuestra que nos pudieran hacer la competencia» y se muestra «ambicioso» acerca de los planes de futuro de la empresa ya que «me gustaría abrir 100 museos alrededor de todo el mundo antes de retirarme dentro de 25 años».

Ahrens afirma que la semilla del proyecto, el museo de Malmö, recibió el año pasado unos 55.000 visitantes en una ciudad donde viven 360.000 personas y persigue trasladar este éxito a Palma en parte gracias a la creciente comunidad sueca de la Isla. De hecho, el empresario sorprende al afirmar que «la mayoría de gente de Estocolmo probablemente venga más a Palma que a Malmö».

Hace varios meses que el grupo sueco inició la puesta a punto del proyecto y, desde entonces, han llevado a cabo varias pequeñas catas gratuitas a las puertas del museo con la intención de promocionar su singular oferta. El edificio cuenta entre su equipamiento con una gran cantidad de bolsas de papel similares a las que se encuentran en los aviones para depositar el vómito provocado por el asco que pueden sentir las personas más aprensivas ante esta singular propuesta.

Andreas Ahrens, CEO del Museo de la Comida Asquerosa, prueba varios saltamontes. Foto: P. Pellicer

Además, de las bolsas de papel donde uno puede tachar una viñeta en función de si uno es un niño, un adulto o un estudiante, también hay una gran cubeta negra destinada a la misma función como se ve en las fotografías de este reportaje. De hecho, en el museo de Malmö cuentan con un ‘vomitómetro’ que ha contabilizado más de 500 expulsiones en menos de una década.

Proyecto vital
Después de detallar las particularidades del museo conoceremos un poco a la persona que hay detrás del proyecto. Andreas Ahrens tiene 46 años y desde joven en su Malmö natal impulsó varias empresas start up tecnológicas que tuvieron mucho éxito pero decidió dar un cambio a su vida. «Honestamente, vendí mi última compañía y después de muchos años tratando con inversores y socios no quería seguir en ese mundo por lo que decidí a dedicarme a un proyecto que fuera divertido donde pudiera hacer feliz a la gente y levantarme con una sonrisa cada día para ir a trabajar», rememora.

Ilusionado y risueño, Ahrens es la cara visible del proyecto y es el encargado de darlo a conocer en medios de comunicación y en Internet donde ha aparecido en varios videos con centenares de miles de visitas donde prueba junto a otras personas las ‘delicias’ del museo. Curiosamente, entre todas las propuestas que se ofrecerán en el de Palma todavía no hay ningún alimento típico de España o Mallorca, aunque están trabajando en cambiar esta situación. Opciones no le faltarán.

Edificio con historia

El edificio que acogerá el Museo de la Comida Desagradable cuenta con una interesante y variopinta historia a sus espaldas. Erigido en el año 1457 con la intención de albergar el Sindicat de Fora, institución encargada de mediar entre la Part Forana y Ciutat. El enclave dio nombre a la calle, una de las más emblemáticas de Palma. Mucho tiempo después, y no sin polémica, fue subastado y vendido por la Diputación a Miquel Salvà y permaneció en manos privadas hasta ser derruido en 1988, también con controversia.

Años más tarde acogió la última sede de Unió Mallorquina entre 2001 y 2011, así como la recordada tienda de montañismo Es Refugi, la cual cerró sus puertas en 2020 dejando este espacio sin ocupación. Hasta ahora.