Berlín conmemora el vigésimo aniversario del derribo del muro que dividió la ciudad y posibilitó la reunificación de Alemania, partida en dos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La noche del 9 de noviembre de 1989 se materializó el anhelo de millones de alemanes de ambos estados, la desaparición de una frontera que no sólo separaba un país sino también la concepción de dos mundos, el capitalista y el socialista. Fue la culminación de la descomposición de una República Democrática de Alemania cuyos ciudadanos huían a través de las fronteras de Polonia y Hungría.
Evocar la trascendencia histórica de la caída del llamado 'muro de la vergüenza', que fue erigido en agosto de 1961, obliga a reconocer el papel trascendental de los entonces dirigentes de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov; de los Estados Unidos, George Bush; y de la República Federal de Alemania, Helmut Kohl. Los dos últimos lograron vencer las reticencias de Gran Bretaña y Francia, claramente contrarios al proceso de reunificación alemana.
Aquella noche no sólo concluyó la Segunda Guerra Mundial, no sólo se abrió el camino definitivo para la reunificación de Alemania, no sólo se evidenció el derrumbe de un estado comunista "como dos años después sucedería con la Unión Soviética". Aquella noche "de manera improvisada", en Berlín triunfó la libertad y se constató que la construcción de una nueva Europa, gestada en torno a la Unión Europea, era irreversible.
El reconocimiento de la trascendencia histórica a lo sucedido hace dos décadas en Berlín no puede hacernos olvidar la existencia de otros 'muros de la vergüenza' que quedan por derribar: Chipre y Corea, incluso el que levanta el Estado de Israel en la Franja de Gaza para sitiar al pueblo palestino.
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