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Basta observar el sesgo ideológico de los colectivos que organizaron y respaldaron la ‘cadena humana' contra el parque fotovoltaico que AENA quiere construir en Son Bonet para colegir que la mayoría de las de 800 personas que participaron en la protesta no está en contra de las energías renovables. Pero también queda muy claro que su apoyo a éstas no se salda a cualquier precio. Las contradicciones que entre buena parte de la ciudadanía suscita el proyecto de Marratxí es extensible a instalaciones similares en otros municipios de Baleares. La duda es relativamente sencilla: ¿Compensan los beneficios que procuran las renovables el impacto paisajístico y ambiental que sus instalaciones acarrean?

Cuestión compleja.

En líneas generales resulta complejo dar respuesta a esta cuestión. Sin embargo, en casos como el de Son Bonet los datos contribuyen a aclarar dudas. El proyecto prevé inundar una zona verde de uso social de 20 hectáreas con más de 30.000 paneles solares que transferirán la energía eléctrica a Son Sant Joan. Lo que implicará una reducción del 40 por ciento de las emisiones producidas por el más rentable de los aeropuertos nacionales. Un porcentaje importante. Aunque, por otra parte, menor que la ‘huella de carbono' que genera su tráfico aéreo.

Riesgo especulativo.

Los pasos hacia la ‘transición energética' han de ser decididos, pero no deben darse a ciegas. La planificación y la racionalidad deberían ser innegociables. Los riesgos ambientales también están allí y hasta publicaciones tan rigurosas como Science advertían ya en diciembre del año pasado de que este cambio de modelo energético, entusiásticamente avalado y fuertemente financiado por las administraciones públicas, pone en jaque valores naturales únicos. Amén del riesgo de burbuja especulativa en el mercado secundario, sin quedar garantizado un abaratamiento del precio de la luz, ni la erradicación de la pobreza energética.