Los socialistas de Baleares han superado la expresión a la búlgara usada para explicar la disciplinada unanimidad con la que el líder de un partido, lideresa en este caso, resuelve sus convenciones internas. Es lo que ha ocurrido con el congreso del PSOE que ha alcanzado el nirvana de las adhesiones inquebrantables a Francina Armengol, un éxito clamoroso que suele conducir a la arrogancia, que ya se ha manifestado con la reacción del Govern a las alegaciones de la Federación Hotelera a los presupuestos del año próximo para la supresión de la ecotasa.
La reelegida secretaria general ha pasado página definitivamente de aquel PSOE que defendía la socialdemocracia como opción de gobierno en solitario frente a las tesis de quien fuera todopoderoso secretario de organización, Joan March, dispuesto a pactar con quien fuera con tal de alcanzar alguna cota de poder, entonces con la Unió Mallorquina de Maria Antònia Munar. Era el PSOE de los Pactos de la Moncloa y del gran acuerdo constitucional, cuyo máximo exponente en Baleares fue Félix Pons y, entre otros, el secretario general del partido en 1999, el recordado Andreu Crespí, quien dio una lección de dignidad política y personal y de respeto a la institución al negarse a presidir el Parlament únicamente durante unas semanas hasta que UM pudiera encumbrar a su candidato.
Como pupila avanzada de March, Francina Armengol sustituyó a Francesc Antich y el PSOE de Baleares ya sólo aspira a ser la «fuerza hegemónica» de una alianza como la actual, con la ultraizquierda y el soberanismo. La estrategia de bloques ha sustituido a la política de la concertación y el consenso, conceptos hoy tan en desuso. Entre paréntesis, no deja de tener su gracia que al mismo tiempo que Armengol proclamaba su prevalencia, en Podemos la candidata a dirigir el partido afirmaba que «si no somos la primera fuerza política de la izquierda, posiblemente no se pueda reeditar el Govern progresista»; del nuevo máximo dirigente de Més, Luis Apesteguía, se recuerda que si no ha de ser presidente del Govern no formará parte del Ejecutivo. En los encuentros partidistas, se vienen arriba. Faltarán sillas.
En plena euforia post congresual socialista, los hoteleros demandan la supresión de la ecotasa en base a dos razones: si ha de llegar dinero europeo para inversiones medioambientales, el impuesto turístico es innecesario; en segundo lugar, se destina a fines que nada tienen que ver con sus objetivos. No les falta razón. El detonante ha sido la abultada subvención a un evento de la cadena SER, del grupo Prisa, que mantiene tan estrechos lazos con el socialismo que los planteamientos de unos y otros pueden llegar a confundirse. La réplica del Govern ha resultado algo enrevesada primero y ruin después. Sostiene el Govern que la prioridad económica es la lucha contra la COVID. Inapelable.
Entonces, y sería mucho peor, hay que preguntarse si el festival musical de la SER ha sido financiado con dinero de la lucha contra la pandemia. La bajeza se deriva de la apelación a la prudencia por parte del Govern a los hoteleros recordándoles, como si de un favor se tratara, que ha repartido entre las empresas una notable cantidad de millones de euros para paliar los efectos de la pandemia. La unanimidad solo vale para el partido.
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