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Este mes de septiembre se ha convertido en un auténtico calvario para las economías de miles de familias en Baleares, el inicio del curso supone –de media– un gasto añadido de 400 euros por cada hijo escolarizado, una cifra que trastoca cualquier previsión y más en unos momentos en los que la inflación está desbocada. Este escenario se comparte por igual con independencia del modelo educativo, sea público, privado o concertado, circunstancia que da cuenta de la transversalidad de un problema al que es preciso atender con urgencia. En muchos domicilios se han planteado con seguridad dilemas graves y siempre con decisiones difíciles de asumir.

Un problema serio

Es probable que la buena marcha de la economía en estos últimos meses permita amortiguar el impacto del inicio del curso, pero ello no puede orillar su trascendencia. Tablets, licencias, libros, uniformes, material escolar, ... elementos imprescindibles para poder afrontar el curso académico de miles de jóvenes en todas las etapas de la formación. Todo ello en un contexto en el que los costes de la alimentación, la energía y el resto de productos de consumo habitual en los hogares están registrando subidas que merman la capacidad de gasto de los consumidores. La espiral puede ser insostenible para muchas familias.

Medidas correctivas

No son pocos los padres que se cuestionan la justificación de un coste tan elevado en el arranque del curso escolar, más cuando se plantea en el marco de la gratuidad de la enseñanza; uno de los logros más sobresalientes del estado del bienestar. Lo cierto es que el sistema no puede consentir que haya familias para las que la formación de sus hijos sea insostenible o suponga un hachazo a sus recursos, un compromiso ineludible para la Administración y en el que la comunidad educativa en todos sus niveles tiene mucho que decir. El comienzo del curso no debe ser una pesadilla.