El que Mallorca se haya situado como un destino preferente del turismo de lujo en el Mediterráneo, como se ha constatado en la reciente feria especializada en este segmento de la demanda que cada año se celebra en Cannes, es un hito que supone el reconocimiento al esfuerzo realizado por el sector en los últimos años. La Isla dispone de una oferta de máximo nivel no sólo en materia de alojamientos, también en toda la actividad asociada: restauración, náutica, comercio y servicios. Por otra parte, es justo señalar el apoyo institucional en esta nueva orientación, que también va tomando conciencia del valor que aporta como destino turístico de la Isla toda esta exclusividad.
Más que sol y playa.
El resultado de la feria de Cannes ratifica que Mallorca es mucho más que un destino turístico de sol y playa, un segmento que sin ser en absoluto desdeñable –sigue siendo la principal baza en los principales mercados europeos– resulta imprescindible un replanteamiento. El turismo de la máxima exigencia tiene, todavía, que consolidarse y para ello es preciso atender a determinados aspectos críticos. El pasado 2022 fue un claro ejemplo de algunas de las principales correcciones que se deben introducir, empezando por la eliminación de una oferta hotelera obsoleta –foco del turismo de borrachera– y continuando por la saturación. Algunos enclaves ya están sujetos a regulación para poder ser visitados, una lista que es probable que deba seguir creciendo.
Fomentar la excelencia.
Hoteleros, restauradores, comerciantes... La clase empresarial ha apostado por la calidad en materia turística –de otra manera, no se entendería el éxito en la feria de Cannes–, una afirmación que la Administración debe asumir en su globalidad. La inversión de la iniciativa privada no tiene una justa correspondencia en determinados servicios públicos. Romper el equilibrio puede hacer fracasar todo lo conseguido.
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