Apenas acaba de comenzar la temporada turística y el aeropuerto de Son Sant Joan pone en evidencia la ausencia de un control efectivo de los accesos. Centenares de automóviles se acumulan en el arcén a la espera de recoger familiares o amigos que llegan a la Isla. El objetivo es evitar el abono de las tarifas en el estacionamiento de AENA, toda vez que el gratuito –de apenas unos minutos– es insuficiente para atender una demanda creciente; en especial, en fechas señaladas como las actuales a las puertas de las vacaciones de Semana Santa. No resulta difícil imaginar que sin medidas correctoras urgentes el problema irá a más en los próximos meses.
Falta de control.
Hace ya tiempo que la Policía Local de Palma retiró la patrulla que a diario ponía orden en el tráfico del aeropuerto y no dudaba en sancionar a los infractores. La ausencia de los agentes no se ha resuelto con la remodelación de la zona de estacionamiento, en especial en las Llegadas. En las horas de mayor concentración de tráfico aéreo, las colas de automovilistas que esperan para recoger a algún pasajero alcanzan ya la autovía invadiendo el arcén. La situación que se genera es peligrosa, además de repercutir en la fluidez del tráfico que de manera imperiosa tiene que llegar hasta las terminales; hablamos de taxis y autocares. El colapso es más que evidente y tiene visos de convertirse en crónico.
Tarifas asequibles.
Más allá de la conveniencia de potenciar, todavía más, el transporte público, no cabe duda que buena parte de la raíz del problema está en un modelo de gestión del aparcamiento, el cual ha quedado hipotecado por las empresas de alquiler de automóviles y con una unas tarifas exageradas; un gran negocio de AENA. El ente estatal se caracteriza por dar la espalda a los intereses de los residentes para convertir Son Sant Joan en uno de sus zocos más rentables.
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