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La información sobre los últimos movimientos del Grupo Wagner, un colectivo de mercenarios liderado por el multimillonario Yevgueni Prigozhin, es todavía confusa pero da cuenta del caos generado en Rusia por lo que se interpreta como un claro golpe de Estado contra Vladímir Putin. Las milicias rebeldes se encaminaban hacia Moscú, aunque después se detuvieron, mientras que desde el Kremlin se blindaba la capital y se adoptaban nuevas medidas para evitar la disidencia. Para algunos analistas se vive una situación que podría desencadenar una guerra civil, un escenario de consecuencias impredecibles para la segunda potencia mundial.

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La toma de Rostov

El alzamiento de Wagner, centralizado en la ciudad de Rostov, ha sido el punto de partida de esta crisis generada en plena ofensiva de Ucrania para recuperar los territorios invadidos. Hace meses que Prigozhin denunciaba el abandono de Putin; en especial, la escasez de armamento para frenar el notable incremento de bajas entre sus filas. La estrategia de enviar mercenarios a los frentes más peligrosos puesta en marcha desde el Ministerio de Defensa ruso fracasa de manera estrepitosa. Ahora tiene dificultades para detener a los hombres de Wagner que avanzaban hacia Moscú y contener los ataques de las tropas ucranianas. La reacción del pueblo ruso ante este giro de los acontecimientos es todavía una incógnita.

Expectación occidental

El súbito cambio de rumbo de la guerra en Ucrania parece haber sorprendido también a los dirigentes de los principales organismos internacionales y potencias implicadas, incluidos los Estados Unidos. Sólo el presidente Volodímir Zelenski habla de síntomas claros de debilidad del régimen de Putin. El resto de los países occidentales opta, por el momento, por la cautela a la espera de conocer con más profundidad qué sucede en realidad en la enorme Rusia.