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Tras un año y medio desde la invasión rusa de Ucrania, en un ataque ordenado por Putin que violó todas las reglas internacionales, la guerra se está estancando de forma peligrosa y se está convirtiendo en una contienda casi de trincheras, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. Aunque en pleno siglo XXI las trincheras han sido sustituidas por drones, que golpean a cientos de kilómetros. Ninguno de los dos bandos en conflicto ha conseguido romper el frente y la esperada contraofensiva de Kiev, en la que los aliados habían depositado tantas esperanzas, no está avanzando al ritmo esperado y se ha topado con una férrea resistencia rusa.

Las sanciones no han bastado.

El mismo día que las tropas de Moscú cruzaron la frontera de Bielorrusia e invadieron Ucrania desde distintos puntos, en febrero de 2022, la Unión Europea, Gran Bretaña y Estados Unidos, anunciaron paquetes de sanciones económicas contra Rusia muy duras. Y a medida que se prolongaba la guerra, los castigos comerciales han ido aumentando. Sin embargo, hay que reconocer que Putin ha tenido la habilidad suficiente para buscar nuevos socios en Oriente, especialmente China y La India, y ha afianzado su alianza estratégica con Irán (que desde el primer momento le suministra drones) y Corea del Norte, dos enemigos tradicionales de los estadounidenses.

Un oscuro horizonte.

Después de tantos meses de luchas encarnizadas, con miles de muertos en ambos bandos, algunas voces proponen ya que Zelenski acepte perder una pequeña parte de su territorio a cambio de una paz «honrosa». No obstante, desde el punto de vista estratégico sería un grave error, porque daría alas a un Putin que tras la misteriosa muerte de su rival Prigozhin vuelve a controlar la situación. Además, legitimaría en parte la invasión rusa, como ya ocurrió en 1938 cuando Hitler se quedó con los Sudetes checoslovacos.