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Los precios de los alimentos son ahora un 10 por cien más caros en Balears que hace un año. Es el último dato sobre la evolución del Índice de Precios al Consumo (IPC), difundido por el Instituto Nacional de Estadística, que refleja una momentánea frenada. En septiembre, cuando la Organización de Consumidores y Usuarios situó a Palma, junto con Getxo, Madrid y Las Palmas, por el coste de la cesta de la compra como la ciudad más cara de España, el incremento era del 14,1 por cien, con un gasto medio anual de 6.019 euros. Este era algo menor a la inflación registrada durante el 2022, que fue del 15,4 por cien, según el estudio anual de la OCU, tras analizar 1.108 establecimientos en 65 ciudades, además de los supermercados online. Por grupos de alimentos, el aceite lidera los aumentos, con un 42,2 por cien más que hace un año y un 25 por cien más desde enero. En segundo lugar, el azúcar, con un alza del 37,6 por cien. Y a distancia, los grupos de agua mineral, refrescos y zumos con un 15 por cien; patatas y productos lácteos, un 12 por cien; y la carne de cerdo, que se ha encarecido un 11,8 por cien.

Incremento de los salarios.

Al mismo tiempo, en este escenario inflacionista los salarios han subido un 4,8 por cien interanual, descontados los efectos estacionales. Y a pesar de que registran aumentos por encima de la inflación, impulsadas por la renovación al alza de los convenios colectivos, no son suficientes para que los trabajadores recuperen el poder adquisitivo perdido antes de la pandemia de la COVID y la espiral de inflación disparada.

Retraimiento del consumo.

Aún cuando se afirma que la inflación es el «impuesto de los pobres» los incrementos de precios son universales, pero quienes disponen de menos recursos los sufren con mayor intensidad. También provocan una caída de la capacidad de compra, además de retraer el consumo. Es preciso aplicar medidas más eficaces para recuperar el poder adquisitivo y la capacidad de gasto para no caer en el decrecimiento.