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La Guardia Civil tiene una unidad de élite llamada Pegaso controlando el perímetro de la prisión de Palma para evitar que familiares y amigos de los reclusos les envíen droga u otros efectos a través de drones, que se pueden colar en el patio e incluso en las habitaciones. No es el único incidente reciente con este tipo de artilugios. Hace una semana, cientos de kilos de hachís aparecieron flotando en la costa, entre Andratx y Calvià, procedentes de un desembarco de droga fallido. Pues bien, también días después el Equipo Pegaso detectó drones de particulares sobrevolando el litoral, en busca de la preciada mercancía. El objetivo era quedarse esos paquetes para revenderlos. La amenaza de estos aparatos es real y debe ser tomada muy en cuenta por las fuerzas de seguridad.

Un peligro para el aeropuerto.
Los pequeños objetos voladores, que pueden cubrir grandes distancias a control remoto, suponen también un peligro manifiesto para el aeropuerto de Palma, sobre todo en una isla tan turística como Mallorca. De hecho, Son Sant Joan cuenta también con un equipo benemérito, dotado de modernos fusiles antidron, capaces de inutilizar estos artilugios si pretenden acceder a la pista de aterrizaje o a cualquier otro punto de aquellas instalaciones. Los tiempos cambian y si antes se espantaban a las aves que sobrevolaban el aeropuerto, ahora es vital vigilar que los drones no accedan a él.

Control administrativo.
En cualquier caso, la Administración tiene el deber de dificultar el acceso de los particulares a estos engendros voladores, que se pueden comprar por muy poco dinero en cualquier página web y que en las guerras recientes de Ucrania o Israel se han mostrado letales. Cuanto más complejo sea adquirir estos drones, más de limitará el número de usuarios potenciales a los que la Guardia Civil debe controlar. El mundo cambia muy rápido y los avances tecnológicos no siempre suponen facilidades para las autoridades.