TW
0

Tras décadas en decadencia, casi en el ostracismo, este domingo publicamos que la droga más letal, la heroína, ha renacido con fuerza en Palma y que muchos toxicómanos se inyectan -algunos en el cuello- en las galerías de la Plaça Major de Palma, en la actualidad cerradas. Es una terrible noticia porque a finales de los años ochenta y principios de los noventa, el polvo blanco devastó a una generación de jóvenes enganchados a esa sustancia; muchos fallecieron por sobredosis y otros sufrieron secuelas irreversibles. Las autoridades, pues, deben extremar la vigilancia y la prevención para que esta oleada no se convierta en una epidemia como la que asoló el barrio chino de Ciutat en aquellas décadas pasadas, y que ha quedado como recuerdo imborrable en la mente de muchos palmesanos.

Familias destrozadas.
No hay que olvidar que la lacra de la droga devasta a familias enteras. No sólo sufre el enfermo, sino también todo su entorno. Es un problema de enormes consecuencias sociales y que convierte a jóvenes con un futuro por delante en auténticos marginados, sin expectativas laborales y expuestos, a diario, a un triste final. Ahora que el fentanilo -otra droga letal- está haciendo estragos en muchos países americanos y asiáticos, en España y también en Mallorca se ha detectado un incremento del número de heroinómanos. Antes, se trataba de una droga muy marginal, pero en la actualidad es consumida por todo tipo de adictos.

Contundencia policial y prevención.
La Policía Nacional y la Guardia Civil deben actuar con toda la contundencia posible contra los narcos que venden en las calles estas sustancia, pero la respuesta policial no es la única para afrontar este desafío. Las autoridades deben potenciar y ayudar a las asociaciones que combaten las adicciones, para socorrer a los jóvenes atrapados y protegerlos de su entorno hostil. La educación y la formación también son herramientas claves para que los más jóvenes entiendan el poder destructivo de la droga.