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El diluvio que inundó y paralizó el aeropuerto de Palma, uno de los más importantes de Europa, sobre todo en verano, ha dejado más preguntas que certezas. Sin duda, la tromba de agua dejó unas precipitaciones récord en muy poco tiempo, –hasta 71 litros de agua por metro cuadrado–, pero llama la atención que unas instalaciones modernas y supuestamente preparadas sufrieran hasta tal punto las inclemencias del tiempo. Las pistas quedaron completamente anegadas, se inundó una amplia zona comercial y millares de pasajeros se vieron afectados por los retrasos y cancelaciones. Pero la lluvia no solo se cebó con Son Sant Joan, en cuyo párking exterior centenares de coches quedaron atrapados en una especie de ratonera, sino que el aguacero se cebó también con numerosos comercios y viviendas de la zona de la Platja de Palma, en especial plantas bajas.

Cambio climático.

En pleno mes de junio, la tromba de agua registrada el martes evidencia a las claras que el cambio climático ya es una realidad y que hay que prepararse para esta nueva realidad, especialmente las infraestructuras más sensibles. Sin duda, es necesario invertir en profesionales y equipos que puedan predecir este tipo de fenómenos adversos, tan repentinos como fatales.

Daños millonarios.

Ahora, serán las aseguradoras las que deberán indemnizar a las víctimas, muchas de las cuales han perdido coches, motocicletas o han sufrido daños considerables en sus negocios o viviendas. Son, en cualquier caso, daños millonarios. Solo en Son Sant Joan, numerosos trabajadores han perdido sus vehículos, anegados por la tromba de agua. AENA ha expresado su satisfacción por cómo funcionó su plan de contingencia y la labor de sus profesionales, pero la realidad es que hacen falta algunas explicaciones.