TW

La guerra en Ucrania, tras los últimos avances de los rusos que sorprendieron a las tropas de Zelenski y su contraofensiva fallida, parece ser que ha llegado a un punto muerto, de estancamiento, quizás por el agotamiento de ambas maquinarias bélicas, muy desgastadas tras más de dos años de sangriento conflicto. Los norteamericanos y alemanes han autorizado a los ucranianos a usar su armamento en territorio ruso, lo que sin duda supone una escalada más, pero la ausencia de éxitos militares significativos de unos y otros aboca el conflicto a una suerte de guerra de trincheras, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Una máquina de triturar vidas impensable en pleno siglo XXI. Tras algunos meses con ciertos problemas para abastecer a su socio europeo, Joe Biden, presidente de EEUU, ha vuelto a activar el flujo económico hacia Kiev, tan necesario para que los soldados de Zelensky puedan hacer frente a una maquinaria bélica colosal como la rusa.

Choque con la OTAN.

En cualquier caso, a cada momento del conflicto subyace la posibilidad, aterradora, de que cualquier incidente inesperado desemboque en un enfrentamiento abierto entre Moscú y las tropas desplegadas de la OTAN. Lo que, sin duda, nos conduciría al desastre más absoluto dado el arsenal nuclear de ambos bloques.

Oferta de paz inaceptable.

Lo cierto es que en los últimos días el presidente Putin ha formulado una propuesta de paz inaceptable para Zelenski: la retirada de los ucranianos del Sur del país del Donbás y su no entrada en la OTAN. Deberán pasar, pues, aún muchos meses para que se aclare el futuro de la guerra. Y mientras tanto, el pueblo ucraniano, que fue invadido en febrero de 2022, se va desangrando en una guerra de trincheras. Moscú sabe que a la larga, su masa de población y su producción industrial pueden mantener estas batallas estáticas. Kiev, en cambio, no.