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La propiedad de la emblemática finca de s’Estalella, en s‘Estanyol, en plena marina de Llucmajor, ha decidido cerrar e iniciar un vallado por el litoral del espacio debido a la insoportable presión humana, que está causando estragos en aquel paraje privilegiado. Sobre todo con la llegada del buen tiempo, la avalancha de visitantes provoca todo tipo de incidentes, desde actos vandálicos en forma de pintadas o incendios, hasta botellones o motos que van por la arena, destrozando todo lo que encuentran a su paso. La frágil fauna y flora del espacio, que tiene 400 hectáreas y cuatro kilómetros de costa, y que data del siglo XII, padece sobremanera estos excesos y la masificación continua. Así pues, de forma acertada, los dueños de la finca, la familia Cirera, han decidido vallar los accesos interiores para proteger el entorno. No se prohíbe el paso por la playa y las rocas porque son de dominio público, sino que se toman medidas excepcionales para que el interior de los terrenos quede preservado. Esta decisión podría ser la primera de otras muchas similares en el resto de Mallorca, en pleno debate por la saturación turística y poblacional.

Como en 1990.

Hace ahora 34 años, más de 3.000 personas se manifestaron contra la instalación de una polémica central eléctrica en s’Estalella. Aquel espíritu ecologista, que salvó la finca, vuelve ahora a manifestarse con la decisión de la familia propietaria de vallar el entorno interior. Es una decisión dolorosa y que se ha tomado porque no había más salidas posibles.

La indignación crece.

El caso de s’Estalella pone de manifiesto que cada vez son más los mallorquines y residentes que están en contra de la masificación, que colapsa carreteras y autopistas y lleva mareas humanas a determinadas playas que no pueden asimilar tal oleada. La Isla, en este sentido, ha despertado y ha dicho basta.