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Esta semana, un nuevo incendio en unos contenedores frente al IES Joan Maria Thomàs, en Palma, afectó a los coches y motocicletas estacionados justo al lado. Cinco vehículos en total fueron pasto de las llamas, en un fuego que se declaró de madrugada y cuyo origen es, como la mayoría de estos casos, como mínimo sospechoso. Es el enésimo ataque de los pirómanos en la capital balear y los daños económicos en los últimos tres años son elevadísimos. La Policía Nacional, apoyada por la Policía Local, se ha volcado en la resolución de estos casos y ha detenido a numerosos incendiarios, algunos de los cuales han ingresado en prisión. Pero la delictiva dinámica, lejos de enfriarse, sigue aumentado y los ataques se repiten cada semana, sin que nadie pueda evitarlos. No hay, como se creía en un principio, un único implicado. Son muchos y con motivos muy variados, lo que da una idea de la magnitud del caso.

Peligro mortal.

Este tipo de actos vandálicos pueden tener consecuencias fatales para los inquilinos y propietarios de los pisos colindantes con las baterías de basura. De hecho, numerosos vecinos han resultado intoxicados en los últimos años a consecuencia de estos incendios, que en ocasiones se propagan a la fachada de edificio anexo y el humo tóxico se cuela por las ventanas. Los pirómanos deberían tener muy presente que un incendio de estas características puede acabar en tragedia y que, en ese caso, se enfrentarían a una acusación por homicidio.

Firmeza judicial.

Sea como fuere, sólo una instrucción policial sólida seguida de una firmeza judicial a la hora de dictar sentencias puede contender esta oleada de vandalismo. Los incívicos deben ser muy conscientes de que sus actos tienen consecuencias y que quemar contenedores y vehículos no sale gratis. Sólo así se puede revertir una situación muy peligrosa.