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El atentado contra Donald Trump, candidato republicano a las elecciones de noviembre de Estados Unidos, ha dado un trágico giro a la carrera por la Casa Blanca entre el expresidente y el actual mandatario, Joe Biden. Un joven de 20 años llamado Thomas Matthew Crooks, un votante republicano de Pensilvania, disparó repetidamente con un fusil AR-15 contra Trump, subido al tejado de un cobertizo. Le hirió en una oreja, mató a un espectador y dejó malheridos a otros dos, antes de que los francotiradores acabaran con su vida. La actuación del servicio secreto ha sido muy criticada, porque el tirador consiguió subirse a la estructura, muy cerca del atril donde se estaba llevando a cabo el acto, y apretar el gatillo de forma sucesiva, antes de que fuera abatido. El intento de asesinato ha reabierto viejas heridas y ha resucitado los fantasmas de antiguos magnicidios. De hecho, cuatro presidentes de EEUU han fallecido a lo largo de la historia en atentados.

Acusaciones mutuas.

Nada más producirse el atentado, tanto republicanos como demócratas se han acusado mutuamente de lo ocurrido. Lo preocupante es que la violencia está desatada en aquel país y el debate sobre la posesión de armas vuelve a estar al orden del día. La sociedad norteamericana se está acostumbrando dramáticamente a los incidentes violentos, como el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, que precisamente alentó el ahora tiroteado candidato Trump.

Lanzado hacia la Casa Blanca.

Los analistas apuntan que si las opciones de triunfo de Joe Biden eran muy escasas, debido sobre todo a que buena parte del electorado cree que su estado de salud no es el más adecuado, debido a su avanzada edad, ahora, con el atentado de Pensilvania, Trump llega lanzado a la carrera por la Casa Blanca. Una de sus prioridades, si es nombrado presidente, debería ser pacificar un país en llamas.