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La jornada de ayer, 19 de julio, pasará a la historia como el día que el mundo estuvo en vilo por un fallo informático de CrowdStrike Falcon, una empresa de ciberseguridad localizada en Texas. Las consecuencias, en aeropuertos, bancos y empresas, han sido considerables y, como era de esperar, la caída global se dejó sentir también en Balears. El aeropuerto de Son Sant Joan registró un viernes negro, con retrasos generalizados y un caos que se fue extendido desde primera hora de la mañana. Millares de pasajeros afectados mostraron su indignación e incluso la Policía Nacional tuvo que reforzar la seguridad enviando a los UPR, una unidad de élite lista para intervenir cuando hay problemas de seguridad pública. Afortunadamente, a media tarde se fue recobrando poco a poco la normalidad y el armagedón informático, que en su país de origen ha tenido un impacto tremendo, se fue diluyendo. Sin embargo, las colas en las instalaciones aeroportuarias fueron interminables y muchos turistas y pasajeros tuvieron que armarse de paciencia para afrontar esta jornada caótica que nadie se esperaba.

Jaque global.

El incidente ha confirmado, además, que en un mundo global las consecuencias de un apagón informático son devastadoras y se propagan a tal velocidad que es muy complicado contenerlas. Cualquier empresa, negocio o administración pública está informatizada y Microsoft es el gigante del software, por lo que cualquier incidencia seria causa un auténtico terremoto.

Consecuencias económicas.

La jornada de caos se traduce, también, en cuantiosos daños económicos a los afectados, bien sean particulares o empresas. La solución es compleja, porque las grandes corporaciones mundiales tienen el monopolio informático. La parte positiva es que, en Balears, se pudo capear el temporal y lo que se aventuraba como un desastre bíblico se quedó en un día de caos.