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Cuando la guerra parecía sentenciada a favor de Moscú, Kiev ha asestado un golpe estratégico inesperado y ha invadido territorio ruso, en la provincia de Kursk. Se trata de un vuelco sin precedentes en un conflicto que dura más de dos años, cuando Vladímir Putin ordenó la invasión de Ucrania. Y las consecuencias de este audaz movimiento de Volodímir Zelenski están todavía por ver. En 1943, precisamente en Kursk, tuvo lugar la última gran batalla de tanques entre los soviéticos y los nazis. El desenlace de aquel choque descomunal marcó el final del Tercer Reich. Desde entonces, ningún país había invadido territorio ruso. Hasta hace unos días, cuando las unidades de élite ucranianas perforaron las débiles defensas rusas y tomaron miles de kilómetros cuadrados. El avance de los soldados de Kiev sigue imparable y el mundo espera, atónito, la respuesta del Kremblin. Que será, casi con toda seguridad, de una virulencia inusitada.

Intercambio de Territorios.

Todo apunta a que la intención de Kiev, con esta arriesgada incursión en territorio vecino, es llegar a una mesa de negociaciones en condiciones de canjear ciertos territorios por otros ocupados por los rusos. Sería, pues, una moneda de cambio en un hipotético intercambio. Sin embargo, todo apunta a que Putin no permitirá una humillación semejante y enviará todas las brigadas disponibles para aplastar a las tropas ucranianas y hacerlas retroceder hasta sus fronteras originales.

La retórica nuclear.

La audacia ucraniana, con todo, ha sido tal que algunos mandatarios rusos han retomado la retórica nuclear para alertar del riesgo de que la guerra degenere en un conflicto atómico. En Kursk, según parece, Kiev ha utilizado tanques y camiones cedidos por los occidentales para su defensa (y no, inicialmente, para atacar suelo ruso), así que la escalada podría arrastrar a Europa y EEUU a aquel avispero.