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Un joven de 20 años, llamado Guillem Comamala, ha fallecido en aguas de Cala Bona después de que un yate arrollara el bote donde pescaba, de noche, y se diera a la fuga. La Guardia Civil ya ha conseguido localizar a la embarcación huida, que está en el puerto de Porto Cristo y es de grandes dimensiones, y en breve tomará declaración a la tripulación, para aclarar las circunstancias del accidente.    Lo cierto es que de un tiempo a esta parte son muchos los bañistas y usuarios de playas y calas de Mallorca que se quejan amargamente del peligro que supone la proximidad de las embarcaciones a la costa, y de la aparente impunidad con la que actúan. En la playa de Es Carbó, por ejemplo, cada fin de semana hay decenas de barcos de todo tipo -desde zodiacs a veleros, lanchas o yates- que invaden la zona de baño de los bañistas. La Guardia Civil no tiene efectivos suficientes para controlar todas las playas y el asunto cada vez es más grave. En es Caló des Moro, por citar otro ejemplo, a diario los usuarios fotografían lanchas entrando casi hasta la arena.

Las Guardia Civil debe actuar

La situación degenera hasta tal punto que las autoridades deben intervenir sin demora. La Comandancia de la Benemérita debe sancionar con dureza a las embarcaciones que ponen en peligro la vida de los bañistas, muchas de las cuales son reincidentes. Y sus propietarios deben ser incluso denunciados penalmente si sus imprudencias se saldan con accidentes. La costa mallorquina se ha transformado, en estos meses de verano, en una peligrosa selva.

Velocidades temerarias

Además, algunas lanchas o motos náuticas navegan a una velocidad temeraria, sin respetar a los nadadores o buceadores que se adentran en el agua con una boya reglamentaria, para señalizar su posición. Estas conductas tienen que acabarse de una vez, antes de que se produzca otra tragedia como la de Cala Bona.