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El altísimo nivel de vida y el precio de la vivienda que está por las nubes en Balears ha provocado que este mes de agosto numerosos isleños confirmen la tendencia detectada hace ya meses: el ‘éxodo’ de familias de las Islas hacia la Península -sobre todo el Norte-, en busca de unas condiciones de vida no tan desorbitadas. Se trata, sin duda, de una realidad que irá en aumento a medida que pasen los meses y que supone un exilio inmobiliario de la Isla. Ya no es Palma, Calvià, Deià, Valldemossa o Port de Pollença las localidades con precios prohibitivos.

Toda Mallorca se ha contagiado de esta enorme burbuja inmobiliaria y, por ejemplo, un piso de Sencelles que hace unos años costaba 350 euros al mes se alquila ahora por no menos de 1.200 euros. Unas cantidades inasumibles para muchas familias. Cuando chalet o casa puede suponer un desembolso de un millón de euros para el comprador, mientras que en el norte peninsular. sobre todo Galicia y Asturias, se encuentran viviendas más grandes y con terreno por cantidades que aquí ahora consideraríamos irrisorias. Es normal, pues, que una parte de la población no tenga más opción que emigrar en busca de un futuro mejor.

Fuga de profesionales.

Pero a esta tendencia alarmante hay que añadirle un circunstancia preocupante: entre estos ‘exiliados’ se encuentran valiosos profesionales, desde policías nacionales o guardias civiles hasta médicos y funcionarios, que no pueden costearse una vivienda digna en Mallorca o se niegan a pagar las cantidades desorbitadas que se piden por ella.

Vivienda pública.

Una forma de intentar contener esta explosión inmobiliaria sin parangón es la construcción de vivienda pública, con precios asequibles, pero los plazos de entrega son lentos y hay poco suelo disponible. Las islas corren el riesgo de morir de éxito si no se actúa ya.