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Un hombre acusado de cuatro misteriosas desapariciones de varones en los últimos 25 años en Eivissa y Mallorca fue torturado ayer en una finca de Binissalem, propiedad precisamente de una de las víctimas. Se trata, sin duda, de un asunto tan turbio como inquietante, habida cuenta de que la víctima se ha convertido en una obsesión para la Guardia Civil, que lleva años intentando demostrar que es un asesino en serie. Sin embargo, nunca se han hallado los cuerpos de los varones por lo que el sospechoso se encontraba en libertad, viviendo en Mallorca. No está claro lo que buscaban los tres asaltantes, aunque se barajan dos hipótesis principales: que quisieran amedrentarle para que abandonara la finca de Binissalem que había ocupado por su cuenta o que pretendieran sacarle algún tipo de información sobre el paradero de los desaparecidos. Sea como fuere, el caso es muy turbador y debe ser esclarecido en el menor tiempo posible para no provocar conjeturas y alarmas injustificadas.

Dejaron pistas.

Los investigadores son optimistas con una pronta resolución del caso porque los tres intrusos dejaron una serie de pistas y rastros en su huida. La principal es que escaparon en un Volkswagen Golf muy antiguo, cuya matrícula completa se encuentra en poder de los agentes de la Policía Judicial. Dar con el vehículo y su dueño es, pues, cuestión de tiempo.

Aclarar el oscuro episodio.

Está claro que, por una vez, el acusado es la víctima. De hecho, se recupera en Son Espases de las brutales secuelas de la tortura, pero es quizás una oportunidad de oro para relanzar la investigación por la desaparición en Binissalem del dueño de la finca y también por los otros tres casos que tuvieron lugar en Eivissa en la década de los noventa y a principios del nuevo siglo. La sombra de un asesino en serie no puede planear impunemente sobre Balears.