Tal vez este verano nos haya parecido fresco, pero lo fue sólo por comparación con los tremendos 2022 y 2023, ya que las temperaturas han continuado por encima de la media normal.
Según la web Mortalidad Atribuible por Calor en España, 236 personas han muerto este verano por calor en Balears, 41 menos que en el terrible 2023. Mientras, miles de humeantes aviones aterrizaban en nuestros aeropuertos, y se formaban colas kilométricas de miles de humeantes automóviles para acceder a Sóller y otros puntos de nuestra geografía. El mar balear batió su propio récord con unos asombrosos 32 ºC. En ese mar, los turistas campan a sus anchas con potentes embarcaciones no menos humeantes, y miles de cruceristas llegan en gigantescos buques superhumeantes.
Como reverso de la moneda, tras las DANA de agosto, la Agencia Estatal de Meteorología en Illes Balears ha advertido de chubascos torrenciales, tornados y granizo en la primera mitad de este otoño. La temperatura en la península y Balears ha aumentado en 3,27 ºC respecto a la era preindustrial, cuando todos los estudios señalan que en ningún caso se debería superar el grado y medio. Esta misma semana, la Universidad Politécnica de Catalunya ha advertido de que pasaremos de un clima mediterráneo a uno estepario o desértico en pocos años. A la misma conclusión ha llegado el Centro de Política del Suelo y Valoraciones en su estudio Spain: Towards a drier and warmer climate?
Este verano ha sido, una vez más, el más caluroso registrado en la Tierra. Da igual en que año lean esto: se cumple inexorablemente. Es casi seguro que estamos experimentando las temperaturas más altas en 120.000 años, con lo que entramos en un peligroso territorio desconocido. Pero la fiesta capitalista continúa: hiperconsumo de usar y tirar, turismo de masas siempre creciente, construcción, depredación de recursos, destrucción del hábitat y, en resumidas cuentas, la preeminencia indiscutida del crecimiento perpetuo, santo y seña de la economía global. Los pobres del mundo son sus primeras víctimas, pero nos acabará alcanzando a todos.
Estamos que echamos humo, com un bon brou, que diría el catedrático de la UIB Jaume Flexas, y lo que humea es porque está ardiendo.
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