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El terremoto político y social que se ha desatado tras la dimisión del diputado y portavoz de Sumar, Íñigo Errejón, por los supuestos casos de violencia machista en los que está implicado admite pocas comparaciones. De momento, la actriz Elisa Mouliaá ha denunciado que la agredió sexualmente en una fiesta y ahora la policía está valorando las acusaciones para proceder, o no, a la detención del conocido político. El asunto es especialmente grave porque Errejón fue siempre un adalid del feminismo que denunció las conductas machistas que todavía rigen en la sociedad española. Sus votantes, lógicamente, son los primeros en sentirse estafados por una conducta tan denigrante que él, con su dimisión y diversas comunicaciones en redes, ha reconocido parcialmente. Es una obviedad que la lucha contra la violencia de género no debería ser patrimonio de ningún partido, pero se antoja de una hipocresía absoluta que un político que ha hecho del feminismo su bandera sea acusado ahora de acosar a mujeres con intenciones libidinosas. Será, en todo caso, la Justicia la que determinará el alcance penal de las acciones del ya exdiputado.

¿Un secreto a voces?

Hay, en todo este turbio asunto, un detalle que llama poderosamente la atención: cada vez son más las voces –incluida la de Pablo Iglesias, exvicepresidente del Gobierno y que fundó Podemos junto a Errejón– que apuntan a que el comportamiento claramente inadecuado de Errejón era un secreto a voces en Madrid.

Más víctimas.

Los analistas coinciden en anticipar que en los próximos días y semanas surgirán, posiblemente, nuevas víctimas que darán otra dimensión, más grave si cabe, al escándalo de este tipo, que era un fraude en toda regla. Así pues, el horizonte policial y judicial del supuesto acosador y agresor sexual se podría complicar sobremanera.