Después de decenas de operaciones policiales, detenciones e incluso desahucios y derribos, casi nada parece cambiar en el poblado de Son Banya, un territorio conocido como el supermercado de la droga y donde sus moradores viven según sus reglas. A pesar de los esfuerzos, inversiones y proyectos de diversos alcaldes de Palma, la vida sigue igual. O casi.
La barricada.
Cada cierto tiempo, los habitantes de Son Banya son noticia por asuntos que trascienden del narcotráfico, la principal actividad del enclave. Meses atrás –en julio de este año–, elevaron una fortificación formada por toneladas de basura y de coches quemados alrededor del poblado, aparentemente, para dificultar la entrada de la Policía o la Guardia Civil en caso de redada. La ‘barricada’ superaba el metro y medio de altura y su construcción requirió maquinaria pesada para aplanar el terreno, hacer cimientos e instalar barreras metálicas de cercado de perímetro. Cuando el Ajuntament de Palma se percató de la situación no tuvo más remedio que derribarlo. Eso si, la basura continúa en el mismo sitio.
Adornos navideños.
Durante el operativo de ayer, en el que intervinieron efectivos de la Guardia Civil y la Policía Nacional y que se saldó con dieciséis detenciones, uno de los aspectos que más llamó la atención a las fuerzas de seguridad fue que la Navidad ya ha llegado al poblado. De hecho, la entrada a Son Banya está presidida por dos árboles típicos repletos de adornos navideños y una presuntuosa alfombra roja de unos 25 metros conduce a los clientes hasta uno de los puntos de venta. Un par de Papás Noel hinchables presiden desde lo alto la puerta de acceso. Los derribos de chabolas ya son historia. Ya se ha vuelto a construir en el mismo sitio y la sensación de que Son Banya está al margen de la ley es inevitable. Pasa el tiempo, pero la vida sigue igual. En ocasiones con alguna nota de color.