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El gobierno nacional ha decretado una contraofensiva para repeler la propaganda independentista catalana, que hasta ahora era la única. En la Meseta, la Corte madrileña se ha cansado. Coincidiendo con las reuniones secretas de este verano entre Marià Rajoy y Arturo Mas, tanto monta, monta tanto, Artur como Mariano, el gobierno del mallorquín continental, o sea gallego, se ha desperezado, cosa rara en él, y ha puesto a trabajar a los servicios contra independentistas, a la vez que trata entre algodones al aspirante a alemán español, o sea al catalán. Una de cal y… Pues eso mismo hace Rajoy con Mas. Esa ofensiva propagandística tiene un eje fundamental en la negación de la posibilidad de que una Cataluña independiente se mantuviese en la Unión Europea. A tal efecto, la diplomacia del gobierno Rajoy ha instado a las autoridades continentales a que digan que si se independiza Cataluña quedará fuera de la cosa. Así lo han manifestado, en efecto, en los últimos días, algunos de sus altos privilegiados, con un tal Joaquín Almunia al frente, un tipo gris donde los haya, una nulidad de político y que como tal cobra enormes cantidades de presupuesto público europeo para decir sandeces como esa. Porque es eso, una sandez, pretender que si Cataluña se independizara quedaría automáticamente fuera de la Unión. Claro que ahora lo dicen. Porque se lo pide el gobierno español. Por cortesía diplomática, se dice. Porque el gobierno con el que tienen relaciones es el español, no el catalán. Ahora bien, desde el primer instante en que Cataluña se declarase independiente, todo cambiaría. Abrupta y radicalmente. Entonces las necesidades diplomáticas actuales de quedar bien con España habrían mudado a los intereses de cada potencia. En España, la Corte madrileña se cree ser fetén y superior al resto de mortales –de ahí la idiotez de pedir la organización de los Juegos Olímpicos, por ejemplo- y no quiere aceptar que el país está quebrado, que es una rémora para Alemania, para Francia y que el exacerbado nacionalismo anacrónico de Madrid molesta más a Gran Bretaña que tener una viga en el ojo. Por mucha fantasía de esta Corte, la postura de París, Berlín y Londres sería muy diferencia a la actual si Barcelona fuera la capital de un nuevo estado. Imagine el lector esto: Cataluña independiente, País Vasco siguiéndola inmediatamente, España reducida económicamente en más o menos un 22% de su PIB actual –el cual ya no da ahora para funcionar sola - y las potencias europeas para las cuales España es y ha sido históricamente un problema, ¿qué harían? ¿Les interesaría de veras que salieran de la Unión Cataluña y el País Vasco, que serían estados ricos a los que no tendrían que seguir subvencionando como si lo hacen con España?... Es aconsejable responder a estas preguntas sin pasión nacionalista y valorando únicamente los egoístas intereses alemán, británico y francés. Entonces se obtiene el valor exacto de la propaganda actual a cargo del señor Almunia y compañía: cero.