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Que José María Aznar renunciara el pasado diciembre a la presidencia honorífica del PP por divergencias con la orientación ideológica que está dando la actual dirección al partido se leyó, por parte de muchos, como un indicio de que podría formar un nuevo partido. Que en una conferencia que ha impartido en este inicio de enero en Valencia dijera que de ninguna manera va a fundar otro partido ha caído como un jarro de agua helada sobre los que aspiraban a verle de nuevo cabalgando. De hecho un medio de comunicación aznarista llegó a fantasear con que esa nueva formación obtendría 50 diputados.

En realidad nunca ha sido creíble que Aznar se ponga al frente de otro partido. Diferente es que exista un margen de espacio ideológico y político a la derecha de PP que podría ser ocupado por una nueva formación. Y es cierto que personajes del mundo aznarista como Jaime Mayor Oreja, Alberto Ruiz Gallardón e incluso la siempre aspirante a lideresa Esperanza Aguirre -entre otros muchos de la misma cuerda- están muy descontentos con el tipo de política que hace Mariano Rajoy, y su ubicación ideológica, que olvida aspectos importantes para el PP, como son, entre otros, la reivindicación de la retirada de la actual ley del aborto, la liquidación del matrimonio entre personas del mismo sexo, la derogación de las leyes y normas de lo que la derecha llama “ideología de género”, la reforma profunda o derogación de la ley de Memoria Histórica...y, sobre todo, enfrentarse de otra manera, mucho más a las bravas, al asunto catalán.

Se trata de muchos aspectos que el sector más derechista del PP no entiende que Rajoy haya ido dejando en la estacada y que podrían perfectamente ser el núcleo ideológico de otro partido a la derecha del PP. Porque éste nunca atenderá ya a este segmento de militancia. Si no lo hizo con mayoría absoluta, cómo va a hacerlo en minoría, si ahora mismo incluso aplica tesis socialdemócratas.

No quiere esto decir que vaya a crearse esa nueva formación. Pero el espacio ideológico existe. Y, al contrario de la cosa aquella de Vox, que nunca tuvo ninguna posibilidad de hacer nada, si algunos ex importantes del PP se pusieran al frente -ahí intervendrían los amigos de Aznar, no él directamente- y dispusieran de dinero para montar toda la estructura -porque es de suponer que nadie se creerá que un partido con pretensiones se monta sólo con aportaciones voluntarias de sus afiliados, como dice Podemos que hizo- podría aspirar a erosionar a su ex formación por la derecha. Desde luego mucho menos de lo que esa fantasía de los 50 diputados auguraba, pero sí lo suficiente como para hacer daño a los de Rajoy.