TW
0

En Europa y Estados Unidos se tiene claro que Mariano Rajoy ha usado la cuestión catalana, al menos en parte, para tapar los innumerables casos de corrupción que lastran no sólo a su gobierno y a su PP sino, lo que es mucho peor, a todo el país. A eso que ha venido en llamarse la Marca España. En efecto, los grandes medios de comunicación como The New York Times, Washington Post, The Times, The Guardian, Le Monde, Le Soir, La Stampa, Corriere della sera, Der Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung, entre muchos otros, no dudan de esa voluntad y de la consecuencia para el menguante prestigio español. Así puede leerse en editoriales, artículos de opinión y análisis que se pueden consultar aunque no se lea en esos idiomas a través de la traducción automática, que hoy en día permite algo más que comprender el sentido general del escrito. Que ahora Mariano Rajoy esté bajo la guillotina política de una moción de censura no extraña a nadie, en el mundo, por tanto, dado el enorme volumen de corrupción que lo sepulta. Algunos medios, por ahí fuera, se preguntan que por qué ha tardado tanto el líder socialista en dar el paso. Porque la ventana de oportunidad se le ha abierto ahora, deberían explicarles sus corresponsales en Madrid. Lo relevante de toda esta historia ha sido pillado por analistas y editorialistas de los medios internacionales que concluyen que un presidente socialista al frente de un gobierno “provisional” –hasta las siguientes elecciones, se entiende- podría “encarrilar” la cuestión catalana mejor, dado que no estaría atado por la corrupción, al contrario de lo que pasa con Rajoy. No es mal análisis. Al menos es verdad que Sánchez podría abrir canales de diálogo con los separatistas y dado que el socialista no tienen ningún principio ideológico ni político al que respetar -bien que lo ha demostrado- no le sería difícil incluso llegar a acuerdos para que al menos la situación en Cataluña no se degrade más. Claro que para que esto pudiera darse tendría que prosperar la moción de censura. Lo que no será fácil. Dependerá, cómo no, del PNV. Y como los nacionalistas vascos han demostrado ser más sibilinos que los catalanes no nos enteraremos de lo que pudieran haber pactado en secreto hasta que los hechos consumados nos lo alumbraran. No obstante, algo en verdad podría verse bajo los focos públicos: un gobierno de Sánchez, con apoyo de todos los nacionalistas, separatistas y Podemos podría al menos iniciar en comisión parlamentaria un foro de debate, serio, sobre la reforma constitucional como alternativa a la secesión primero catalana y, luego, vasca. Es la única solución posible. Nadie sabe si ya se está a tiempo. Pero si se está, ésa es la única solución. La suma de PP y Ciudadanos hace inviable ahora la reforma, pero no el comienzo del debate. Sería un pequeño paso para el Congreso, pero un gran paso para la unidad -reformada- de España. De todos modos hay que repetir que la censura prosperará sólo si al PNV le interesa. Que si no, pues no. En este último caso la jugada podría tornársele en contra a Pedro Sánchez. Se habría arriesgado a ser tildado como poco de “traidor”, sin desmerecer la posibilidad de que en caso de fracaso le brotaran rebeliones internas, por querer aceptar los votos de los separatistas, y el resultado habría sido quedar bajo los cascos de los caballos a la carga de Ciudadanos. Sin embargo, si se sale con la suya tendrá suficiente tiempo por delante –ya ha dicho que no convocará a urnas “de forma inmediata”- para dejar: a) al PP destrozado, en la oposición, peleándose unos contra otros y con la perentoria necesidad de buscar un nuevo líder, y todo en medio de la tormenta de encuestas negativas; b) a Podemos acotado a una posición menos que secundaria, por mucho que pudiera molestarle con iniciativas legislativa: el presidente sería Sánchez y por ende él sería la única referencia institucional de la izquierda, es decir la única alternativa de poder a la derecha, no Pablo Iglesias, y c) a Ciudadanos le habría roto el paso de lo que los naranjas suponían una plácida cabalgada militar hacia La Moncloa, pues debería reorganizar su estrategia y buscar su nueva ubicación para atacar a un PSOE muy crecido, algo que no sabría cómo hacer, al menos hasta pasados muchos meses, lo cual daría una significativa ventaja a los socialistas.